jueves, 8 de septiembre de 2016

Honey Moon, el último disco de Lana del Rey, resulta repetitivo y monocromático

Lana del Rey, cantante/ marchafm


  Que Lana del Rey es un producto comercial, sin duda. Que Lana del Rey ha hecho de la marginalidad y la psicodelia un negocio, también. Lo preocupante es cuando la artista y su producción, prometedores al principio, se encallan en un estilo monocromático y sin atisbos de superación.
  Ya nos llevamos cierta decepción con Ultraviolence, pero Honey Moon se hunde definitivamente. Repetitivo, machacón, el disco parece una colección de canciones desahuciadas que se quedaron en el cajón de la productora. No basta con tirar de marca. A mí Born to die me pareció un disco interesante, un contrapunto a las homogéneas estructuras musicales de Miley Cyrus o Rihanna.Born to die tenía un aire fresco, una pose hipnótica, con ganas de entrar en modo contracorriente.
  Observo que Lana del Rey aquí pierde fuelle, salvo en la primera canción o en temas como Freak o 24. Me gusta de ella todavía ese aire de blues con guiños al pop más melódico y esa voz envolvente que te hunde en la miseria cuando se lo propone. Pero Honey Moon no es un acierto, aunque conserva rasgos primitivos de una diva de papel charol que a mí tanto me encandila.

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