martes, 5 de enero de 2016

Un poemario: Mal, de José Daniel Espejo

Portada de Mal/ http://web.librerantes.com/

  A los poetas se nos acusa a veces de una voluntaria impostura a la hora de escribir y no le falta razón a quien lo espeta, pero hay otras veces que la impostura no se da, pese a la ficción de todo texto literario.

  Tener a un poeta como José Daniel Espejo es una suerte, porque su literatura es una forma de disidencia contra el destino, una forma pura e inexorable de disidencia. Hay un poso de tristeza contenida en este Mal, publicado por Balduque, que emociona, que obliga a la empatía como una manera de mirar a la vida y a los otros, olvidando que lo leído es poesía, sino algo más esencial, sublime y aterrador, como si el propio autor no hubiese digerido aún los propósitos y catástrofes de toda existencia.

  La infancia, la enfermedad, la familia, el olvido, como temas universales, emergen aquí con una técnica propia, pero bien disimulada porque la gravedad del asunto obvia recrearse en los recursos del oficio. Su fingimiento, al que está obligado cualquier creador, se invierte en un proceso personal de exorcismo al que todos nos sentimos arrastrados y no hay suerte, y no hay escapada, y no hay mayor sinceridad ante la emoción que aquello que el poema transmite como un hecho universal, pero que ha sido vivido desde la anécdota, desde la fatalidad de los azares cotidianos.

  Lo que consigue José Daniel Espejo es conversar sobre la injusta existencia a partir de una tranquila mirada hacia el vacío, hacia lo absurdo que implica la propia supervivencia, una particular conquista del día a día que nos conduce sin embargo a la misma oscuridad de la que surgimos un día. No hay acción social, no hay poesía de la experiencia, no hay un lirismo postromántico; en estos versos, no hay género, ninguna clase de singladura o militancia. Su poesía es diversa, su estilo se nutre de lo universal y de lo concreto, porque los temas de su Mal arrasan todo aquello que debiera concluir con un feliz desenlace técnico. 

  Cada verso es impredecible para que el poema sea redondo, brutalmente redondo. No podemos rastrear influencias significativas, porque el dolor, más concretamente la dolorosa nostalgia, puede con todo lo que resuena a filológico, a artificio. No merece la pena que siga escribiendo, tan sólo invitar al lector a que se reconozca en una obra increíble y nada benigna.


ANALES DE BOTÁNICA IMPERIAL

Recorre el fiel botánico el país de la tristeza,
bosqueja en su cuaderno la sutil morfología
de helechos y de líquenes. Describe
las formas vegetales de la desesperación,
bellísimos espectros del violeta y del verde.
Mas no se estudia a sí. Ni la corteza
que cubre el corazón. Ni el horror que la nostalgia
está desde hace tiempo dibujándole en el rostro,
el alga sin raíz que hace raíz entre sus ojos,
y bien que debería. Ha habido otros
botánicos reales de visita por aquí,
a sueldo de su reina. Dibujando,
llenando sus cuadernos por la tapa y por la piel,
durmiendo por el día. Comiendo apenas bayas
y siendo devorados por el bosque al mismo tiempo.
Un día sus informes no se envían.
Entonces son borrados. Abandonan
la contabilidad del Ministerio para siempre. (pág.40)

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