domingo, 31 de enero de 2016

Los pelícanos han muerto después de la escandalosa levitación de Nikki Benz


  La violencia es una extensión máxima. En la cúspide fallecen las ideas verdes que duermen furiosamente. Nikki Benz lamenta la muerte de un perro llamado Mattew.

  Después de esa vibración interior, se desnuda frente a la pared de frontón donde los perversos adolescentes visten con su blazzer de segunda mano. Alguien que conoce todas las especies de medusa mira el nacimiento de otras criaturas celestes que, como Nikki Benz, despiertan los instintos tribales y primigenios.

  Lo que hizo inútilmente el suicida fue soldar el plomo a las rodillas de la diva con tal de que no escapara de la jaula de oro. De nada sirvió porque el humo no se ata y Nikki ascendió como un efluvio aromático y moroso hasta desvanecerse por los riscos salinos de los edificios.

  Oh, tragedia, y el suicida levantó la tapa del urinario y las hidras lo engulleron. La señal terrible llegó a los pelícanos que, al ver a la Benz increpando a los muchachos del frontón, decidieron dejar de respirar.

  Toda muerte y toda vida vibran alrededor de ella y que sobrevivan los muchachos de la pista de frontón resulta milagroso, aunque sus ojos de consuman admirando el portento de tanta diabla carne.

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