miércoles, 30 de diciembre de 2015

Star Wars: El despertar de la fuerza, vuelta a la épica sin arriesgar demasiado

  El despertar de la fuerza me entusiasmó, porque soy fanático de la saga desde mi infancia. La nueva entrega tiene la virtud de los grandes filmes, esto es, son capaces de imitarse a sí mismos. De la mano de Disney y con J.J. Abrams como maestro de ceremonias, la película rescata a vivos y muertos de anteriores ediciones para rendir un tributo a personajes y a actores que ya son leyenda para aquellos que fuimos niños y jedis.

Fotograma de El despertar de la fuerza/ www.elperiodico.es

  El rito de iniciación, el enfrentamiento entre el bien y el mal, la opresión de la dictadura, las leyes caballerescas y los códigos de honor son esas claves que hicieron que la obra de Lucas se convirtiera en hito. En El despertar de la fuerza, tenemos a Han Solo, a un nuevo Dark Vader, a nuevos aspirantes a jedis y esas secuencias de persecuciones y misiones imposibles que fueron ya una marca allá por los ochenta. Abrams no arriesga nada, va a lo seguro: copia desde argumento hasta los droides y los monstruos de la taberna. La épica de Lucas en cuanto a la verosimilitud de la acción y a algunas partes del guion sigue siendo inmadura y Abrams copia al creador de la saga hasta en los errores. Pero nadie le puede quitar a Lucas el talento de haber hecho unos personajes entrañables para la historia del cine. 

  Sorprende lo dura que ha sido parte de la crítica con la película, como si algunos cinéfilos, no fanáticos de Star Wars, esperaran de El despertar algo parecido a Casablanca o a Ciudadano Kane. Star Wars son películas de aventuras en el espacio, con errores de bulto, porque a veces lo pide la propia naturaleza del género, pero que guardan ese fondo adictivo que tiene toda épica medieval; los héroes no saben que lo son y aparecen cuando la comunidad más los necesita. El mesianismo y una pseudomoral cristiana hacen que Star Wars entre en nuestro imaginario como película de culto y la VII lo hace por la puerta grande, con sus grandes errores. No hay duda de que el western nunca murió y que las leyendas del ciclo artúrico tampoco.

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