sábado, 12 de diciembre de 2015

Cavallet de mar, el nuevo poemario de Miquel Català



  El nuevo libro de poemas de Miquel Catalá, editado por Neopàtria, es un libro bicéfalo donde el poeta valenciano muestra, a diferencia de anteriores trabajos, la versatilidad de su lenguaje para denunciar realidades sociales injustas sin dejar que ese mundo autónomo, exquisito por su brevedad y ensoñación, lo abandone. Cavallet de mar es una crítica severa primeramente a la frivolidad política que ha dado la espalda a los excluidos y desahuciados, también una reivindicación de la lengua catalana y de la propia territorialidad como forma de dignificar la pureza de lo ancestral, la necesidad de regresar a Ítaca, porque la coyuntura es aborrecible debido a sus corruptelas y sus desidias: "aguantar és la consigna/ que nasqueres en pecat/ és per sempre la condemna/ no ho havies demanat/ aguantar és la consigna/ de les classes dominants/ que si el pobre no treballa/ veurem ells de què viuran/ aguantar es la consigna (...) " (pág. 35). 

  No estaba acostumbrado a reconocer a Català en esta clase de versos, pero esta poesía es el síntoma de una insumisión que muchos compartimos ante la degradación moral de las instituciones y de quienes nos representan. Lo que hace a este poemario tan atractivo es que esa acción social se fusiona con el Català esteta, con ese meditativo y postromántico escritor que a mí particularmente tanto me seduce. El poemario no renuncia a su poesía breve, llena de matices y estímulos, como un cantar viejo, desposeída de adjetivación, inspirada en la añoranza de los espacios y sus gentes, pero sin caer en el sentimentalismo: "cel mutant ataronjat/ efímer com fugaç estel/ fràgil com el seu esguard" (pág. 65). 

  Ahí se reconoce a Miquel, en ese paisaje idealizado, algunas veces turbio, típicamente mediterráneo, en el que conversa con los ausentes, con la infinidad del mar, con la limpidez del firmamento, con la umbría del Benicadell: un retrato de soledad donde las apariencias y las sombras son más manejables y más verdaderas que la propia realidad a la que asiste como un testigo escéptico: "petita lluna morena/ fes-me llum al camí/ és tan absurd el destí" (pág. 75).  Al leer a Miquel reconozco a Margarit, pero también a ese tardío Romanticismo que repara en el recuerdo como única forma de sobrevivir al presente; un tono machadiano se perfila en esas evocaciones que elabora con meticulosidad, dejando entrever que en el detalle se vislumbra el sobrecogedor existir de todo cuanto nos rodea: "jo tinc un far d´esperança/ un pinet dalt de la serra/ núvols rosa de la prada/ una platja de capvespre/ blava papallona alada/ el meu cavallet de mar/ els poemes a l´amada" (pág. 101).

Enhorabuena a Miquel por su generosidad conmigo y por este trabajo.

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