sábado, 8 de agosto de 2015

Luis Calero, autor de Absurdo literal: 'Mi libro puede servir para incomodar'

  Tras la publicación de su divertimento lingüístico por la editorial Neopàtria, Absurdo literal, el autor y profesor de Filosofía Luis Calero Morcuende desmenuza en esta entrevista algunas de las claves de lectura de este libro tan curioso. Jugando con las paradojas, la ambigüedad y un sinfín de recursos literarios y lingüísticos, este diccionario que tanto recuerda a las gregerías de Ramón Gómez de la Serna es también una forma de criticar y denunciar la realidad social en la que vivimos. Consciente de ese alcance, Luis Calero invita a reflexionar con sus sugerentes respuestas en este diálogo para los lectores de MUNDIARIO.

Luis Calero

- Pregunta: ¿Cuál fue el punto de partida para crear este diccionario de significados alternativos que es Absurdo literal? ¿Y en qué se diferencia de Ficcionario, su anterior libro?

- Respuesta: En el caso de Ficcionario la idea surgió del contacto con los errores ortográficos que, como profesor, te encuentras en los exámenes y trabajos de tus alumnos. De pronto un día lees, en portada, a color y ocupando todo un folio, "El mito de la caberna", y, antes de enviar a alguien a prisión, piensas si la gruta referida por Platón en la República no estaría realmente localizada en la capital de Suiza más bien que en el Ática. En el caso de Absurdo literal, conjuradas ya las estridencias ortográficas, la motivación fue más bien investigar cómo un análisis lógico de las palabras puede revelar significados inéditos y chocantes. Y llegas a la conclusión, por ejemplo, de si "atenazado" no será el modo en que vive, cuando no es libre, el ciudadano de Atenas.

- P.: En esta nueva obra criticas a los sofistas contemporáneos, como son los políticos o los medios de comunicación, pero, en ocasiones, usted también juega a ser sofista. ¿Cómo puede interpretar el lector esta doble intencionalidad?

- R.: Me preocupa la utilización capciosa del lenguaje que caracteriza a muchos discursos políticos y medios de comunicación. Y que, a la par, haya tanta gente insensible a los argumentos falaces. Cuando adviertes que con tal de engañar y de obtener algún rédito -por ejemplo, electoral-, vale cualquier argumento, entonces no puedes hacer otra cosa que criticar este uso de la sofística. Pero es cierto que también puede hacerse un uso más literario, más sofisticado podríamos decir, en la línea de la ironía como figura retórica. Aquí, dando a entender lo contrario de lo que dices, buscas ganarte la complicidad del lector y su sonrisa, mientras que la pretensión de convencerlo mediante sofismas de algo que sabes que es falso me parece un uso perverso.

- P.:Absurdo literal tiene un estilo literario que no pasa desapercibido para quien se adentra en sus páginas. ¿Cómo reconcilia la anécdota literaria con la sobriedad de un texto expositivo-argumentativo basado en la construcción de definiciones?

- R.: Al final creo que es una cuestión de equilibrio. El armazón de Absurdo es, ciertamente, sobrio: definiciones y argumentos. Así fue concebido, pero por el camino alguien me convenció de que la inclusión de breves comentarios o anécdotas, a veces autobiográficos, podían servir para relajar la rígida atmósfera del texto (no olvidemos que se trata formalmente de un diccionario) y hacerlo más íntimo y amable. Hoy me parece que fue una decisión acertada.


- P.: Detrás de este libro observo influencias importantes, como la de Gómez de la Serna, pero usted siempre ha destacado el trabajo encomiable de María Moliner. ¿Por qué?

- R.:Sin duda, Ramón es un maestro. Entre sus greguerías y mis definiciones hay semejanzas innegables, como el humorismo, la vocación aforística o la preocupación por el significado. A partir de ahí, él deslumbra con sus ingeniosas metáforas y yo tiro más de la ironía y el sarcasmo. Pero, efectivamente, le debo más a María Moliner y a su arte de definir. Su trabajo titánico durante 15 años para elaborar su magnífico Diccionario de uso del español, consciente como era de las deficiencias -todavía creo que no superadas- del DRAE, nunca fue suficientemente reconocido. María Moliner debió haber sido la primera mujer en entrar en la Academia cuando en 1972 fue propuesta por Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo, pero el hecho de ser mujer y, encima, haber cuestionado el diccionario oficial, se lo impidió.

- P.: Su formación como filósofo está presente en muchos contenidos de las palabras que defines. Absurdo literal es un divertimento lingüístico, pero también es un texto de denuncia. ¿Está de acuerdo?

- R.: Es un texto lúdico en el que, ya lo decíamos antes, cabe la denuncia y también la reflexión, pero siempre como algo sobrevenido, a propósito de la definición de un término en la que encaja o con la que puede relacionarse. Así, el propósito principal del libro es una invitación a jugar con el lenguaje, pero también puede servir para incomodar. Y si yo sé de la existencia de un grupo de importantes empresarios españoles que aprovechan sus contactos con el trono para hacer suculentos negocios, no tengo empacho en señalarlos como la "patronal". O si comienza a ser una práctica habitual que los poderes económicos y las grandes corporaciones abastezcan de ministros a los gobiernos, ¿habrá alguna otra forma mejor de referirse a ello que empleando el verbo "suministrar"? Estoy convencido, incluso, de que un vocablo tan respetable como "legitimar", de profunda raigambre jurídico-moral, está mutando de raíz, y en demasiadas ocasiones significa ya algo así como estafar con el amparo de la ley.

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