viernes, 14 de agosto de 2015

El retratista y los intestinos

  Ayer vino el retratista y trajo la bolsa con los intestinos. El reportaje era maravilloso porque las strippers habían memorizado correctamente cada una de las fábulas. Los intestinos no estaban cocinados ni siquiera sazonados. Pero a ti te gustan así, en crudo, como esas mujeres que se balancean como gaviotas adictas a los iones de ozono.

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Flamante desnudo

  El desnudo es flamante y los camaleones que odian a Brahms vagan por el descansillo. Ahora que las trompetas han cesado afuera y Jericó sigue en pie, saldré a comprarte ese sostén que me pediste porque alguien lo cosió durante años cuando los pretendientes devoraban a los hijos de Polibia. Herviremos cangrejos y brindaremos con Pepsi, hija de los vientos.

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Los que esnifan almidón

  Los perros nos buscan como las sombras que se repliegan en las fosas. Mala metáfora para un dolor tan sutil. No tenerte me conduce a esnifar almidón mientras los peces envenenados flotan a mi altura como un espejismo inacabable. A veces me gustaría aprender alemán para ser mucho más poético, para racionalizar el sentimiento que todavía me ata a esta estaca frente a Road Long.

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jueves, 13 de agosto de 2015

Tu prima no leía a René Char


 A Jaime y Kiril

 Tu prima no leía a René Char y eso me deprimía tanto que acabé por coleccionar tostadoras y cualquier objeto de metal que fuera metáfora de la modernidad. Era ridículo que te desnudaras ante mí sin reconocer esa tristeza que me embargaba, porque tu prima no leía a René Char. Morían los árboles afuera y los besos sabían a ceniza de fumadero proletario. Nada tenía que perder tu prima con mentir y bajar los ojos para no parecer tan hermosa.

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Bajo la almohada

  Guardas tu pistola bajo la almohada por temor a que mi otro yo no se convierta en lobo estepario o en loca funcionaria que asesina con agujas de coser. Los animales que nos miran tras la ventana ya no cojean por mucho que el crepúsculo intente revelar sus defectos y los míos.

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Debajo del párpado

  Los monstruos no están debajo del párpado, ni se parecen a esos ácaros que coleccionas dentro de la caja de metal. Hay mayores angustias que esa, la de comer y no estar saciado, la de prender mis fauces en tu hombro izquierdo, mientras el tercer hombre me golpea con el tiburón disecado. Cuánta cosa tengo que ver.

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miércoles, 12 de agosto de 2015

Os amabáis sencillamente como perras

  Os amabáis sencillamente como perras, pero el espíritu era mayor que vuestro deseo. Yo cosía las cortinas de todos los burdeles invisibles mientras os besabáis y, en vuestra memoria, el verso de René Char os excitaba aún más porque, tras el declive del día, solamente queda la oscura noche. Oscura noche en la que gritan los pájaros inconsolables y en la que los amantes, para no asesinar a los tejones, prefieren convulsionar acompasados como un dúo modélico.

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Balada y desquiciamiento

  Odio esas novelas que incluyen al ángel exterminador como personaje secundario. A veces, cuando vienes a mí con esas pintas, me dan ganas de sacar la mofeta que llevo dentro. O la zarigüeya. Pero no. Tú me desquicias primero con las ofertas, con las enfermedades de tu prima, con la herencia de barbitúricos que nos dejó tu madre. Luego yo, con mis manos empotradas en el lodo, lo intento varias veces y  mi fuerza es humo, humo vacuo que suena mal en cualquier poema.

   No te rindes y sigues descuartizándome con tu verbo de rapiña de repajas y yo absorbo el aire emponzoñado y el gris ácaro con el que pintaste cada una de las columnas. A veces me atas y me golpeas, pero lo que más me duele es que me mires con la serena indolencia del zombi, del zombi avestruz con el que sueñas y me despiertas a gritos. Los vecinos te consienten todo, esos vecinos que aún sangran en el centro de su salón porque no soportabas que pusieran cada dos por tres el nuevo disco de Pablo Alborán.

   Triste agonía cuando te vieron llegar a mesa puesta con la cizalla y el martillo pilón.

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La Cruz de Hattin, de José Antonio Carbonell Pla




  Y, sin embargo, la novela de viajes y la novela histórica siguen ahí, salvando las cifras de muchas editoriales. No soy ducho en el género, salvo lo que conozco de muchos clásicos del siglo XIX. Pero Francisco Narla, Rodrigo Palacios o el propio Posteguillo, entre otros, apuestan por temáticas del pasado para desarrollar sus mundos narrativos.

  En esta línea, Carbonell Pla tampoco se resiste a caer en la tentación y me envía hace unas semanas su novela, La Cruz de Hattin, publicada por Alicia Rosell Ediciones,que  se adentra en el género con un sugerente tema que podemos calificar tanto de épico como detectivesco: El ejército de Saladino se ha apoderado del madero en que fue crucificado Jesucristo. Como si se tratase de una novela de método, el desarrollo intenta explicar si tal cosa sucedió en realidad y si ocurrió, ¿cómo fueron los hechos? Acierta Carbonell Pla con la mezcla de diversas voces narrativas y con un tono pedagógico que hace amable la lectura, introduciéndonos en seguida en el contexto histórico en el que se desarrolla la obra.

  En el caso de La Cruz de Hattin, no estamos ante una narración compleja, de rendimiento máximo del lenguaje en su habilidad poética y descriptiva, sino que el autor escribe una novela de aventuras, creando esa atmósfera misteriosa, comprometida sobre todo con esa dimensión mistérica del paganismo que se extiende por la época, con el misticismo templario que los testimonios de los personajes evocan constantemente. Porque, en esta obra, más allá de lo que se narra, existe esa devoción del autor por esclarecer los secretos de una época que, por la manifestación enérgica de su violencia y de su sublime arte, aún da para mucho.

 "Ayer, finalmente, los sarracenos hubieron de retirarse a sus campamentos tras los infructuosos intentos de invadir Tartus a través de la brecha que sus máquinas abrieron en la muralla. También los almajaneques se detuvieron, probablemente para dar tiempo a que los servidores de las infernales máquinas llegasen con nuevos cargamentos de proyectiles y los transportasen al pie de cada una. Ello permitió a nuestra guarnición descansar por unas horas, si bien el estado de alerta ha permanecido vigente en toda la ciudad, pues sabíamos que el asalto no había hecho más que empezar". (pág. 97).
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Anfitriones de una derrota infinita

Un poemario de Joaquín Juan Penalva.


Portada


  Llega a mis manos el nuevo poemario de Joaquín Juan Penalva, Anfitriones de una derrota infinita, editado por Huerga & Fierro, y no sé si considerarlo como la mejor obra que he leído de este autor nacido en Novelda. Sus libros anteriores, La tristeza de los sabios o hiberna, hibernorum, por ejemplo, intentan descifrar los entresijos que hay tras ese Universo que todo lo trama desde el tiempo y los espacios, como si cada cosa mínima, cada experiencia última, formase parte de una urdimbre inalcanzable que expresa la propia ambición poética y la naturaleza devastadora e increíble del cosmos. 

  Algo así viene a recordarnos Anfitriones de una derrota infinita, pero la diferencia frente a los otros poemarios estriba en que todo parece más personal, más intuitivo, con una declarada intención por parte del autor de dejarse ver, de mostrarse desde sus defectos, desde sus proyectos fracasados, desde esa derrota que también está urdida en algún lance en el que intervienen las estrellas, lo inasumible de las galaxias y de su tiempo relativo. Citando a Stanislaw Lem, el propio autor lo deja claro en muchos de sus versos: “No tenemos necesidad de otros mundos. Lo que necesitamos son espejos”. 

  Que nadie confunda a Joaquín Juan Penalva dentro de esa nómina absurda de poeta de la experiencia; sería catastrófico. Lo que nos revela Anfitriones de una derrota infinita es una poesía de concisión, donde lo elemental no está reñido con duras reflexiones filosóficas, con aforismos estoicos que calan, que, sin dejar de tener en ocasiones una irónica visión de la vida, escriben sobre la frustración, sobre la frustración creadora y aquella que se vive, siendo un tipo normal que intenta hacer realidad sus sueños, pero que la vida resuelve por inescrutables caminos, por derroteros que solamente la poesía, desde la distancia, es capza de volver a sondear para extraer alguna lección moral. 

  La sencillez de su poesía, la carencia de adjetivación, la desnudez, en definitiva, de su verso solamente existen para involucrarnos en lo que parece una evidente preocupación para el autor: el tiempo se escapa y los espacios, el recuerdo de cada uno de ellos, es la mejor manera de armarlo, como un orden cronológico absurdo, pero que, desde la poesía, desde las estrellas, posiblemente tenga alguna razón, hermosa a la vez que fatalista.

En Álcazar de San Juan,/ junto a la vía,/ hay un cementerio/ de vagones de tren/ abandonados,/ viejos, rotos .../ En Alcázar de San Juan,/ junto a la vía del tren,/ hay un cementerio/ de historias/ -cada vagón/ guarda la suya,/ cada asiento,/ cada litera,/ la nuestra-;/ esta es una de ellas”. (pág. 29).

Tengo un libro lleno/ que me regaló Yolanda/ hace ya algunos años,/ cuando todavía no tenía treinta./ Habrá un día en que,/ quizá,/ ya no quepan en él/ más palabras,/ pero puede que haya sitio/ todavía/ para un poco más/ de vida.” (pág. 35).

Lo demás .../ es la vida,/ el tiempo,/ el recuerdo.../ pero, / ¿dónde están los Casabalnca,/ los cursos de doctorado,/ las tardes de cine, / los paseos por la feria,/ nuestra vida de entonces?/ Están, ahora lo sé, en un patio de butacas/ imaginario/ en un tiempo/ muerto,/ en aquellos momentos/ felices”. (pág. 38).

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sábado, 8 de agosto de 2015

¿Por qué a Lisa Ann no le gustaba el ñu ni medirme el perímetro de la cabeza?

  Yo aprendí mucho de las ferias de monstruos, así que te regalé el ñu de mármol que ahora contemplas horrorizada desde el diván. En Toney Ellis venden figuras antropomórficas más hermosas, pero lo que te atrae es la masculinidad divina del cuadrúpedo. Y no encontré mejor opción.

   No queda nadie en el edificio. Alguien se ha molestado en activar la alarma de incendios y todos los ancianos, con sus pellizas de nutria asesinada, fluyeron hasta Oxford Street. Podría haberme cagado en sus antepasados ilustres, pero me has convencido de que permaneciera junto a ti, porque el ñu te desafía desde tu inconsciente colectivo, aunque no te atreves a deshacerte de él porque es un regalo similar a la última bolsa de vísceras. Qué triste realidad y, aunque el fuego fuese mentira, llevas tiempo sin salir, Lisa, Lisa Ann, porque los neutrinos se han aprovechado de tu cuerpo, han modelado tu fuselaje hasta extremos que el resto de las mujeres envidian.

   Hoy, cuando me siente delante del ñu junto a ti, no me abraces y yo no te convenceré de que midas el perímetro de mi cabeza. No hay más que decir, salvo que la luna ha muerto bajo el umbral de los ansiolíticos. No me gustan las piruletas.

Lisa Ann

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Luis Calero, autor de Absurdo literal: 'Mi libro puede servir para incomodar'

  Tras la publicación de su divertimento lingüístico por la editorial Neopàtria, Absurdo literal, el autor y profesor de Filosofía Luis Calero Morcuende desmenuza en esta entrevista algunas de las claves de lectura de este libro tan curioso. Jugando con las paradojas, la ambigüedad y un sinfín de recursos literarios y lingüísticos, este diccionario que tanto recuerda a las gregerías de Ramón Gómez de la Serna es también una forma de criticar y denunciar la realidad social en la que vivimos. Consciente de ese alcance, Luis Calero invita a reflexionar con sus sugerentes respuestas en este diálogo para los lectores de MUNDIARIO.

Luis Calero

- Pregunta: ¿Cuál fue el punto de partida para crear este diccionario de significados alternativos que es Absurdo literal? ¿Y en qué se diferencia de Ficcionario, su anterior libro?

- Respuesta: En el caso de Ficcionario la idea surgió del contacto con los errores ortográficos que, como profesor, te encuentras en los exámenes y trabajos de tus alumnos. De pronto un día lees, en portada, a color y ocupando todo un folio, "El mito de la caberna", y, antes de enviar a alguien a prisión, piensas si la gruta referida por Platón en la República no estaría realmente localizada en la capital de Suiza más bien que en el Ática. En el caso de Absurdo literal, conjuradas ya las estridencias ortográficas, la motivación fue más bien investigar cómo un análisis lógico de las palabras puede revelar significados inéditos y chocantes. Y llegas a la conclusión, por ejemplo, de si "atenazado" no será el modo en que vive, cuando no es libre, el ciudadano de Atenas.

- P.: En esta nueva obra criticas a los sofistas contemporáneos, como son los políticos o los medios de comunicación, pero, en ocasiones, usted también juega a ser sofista. ¿Cómo puede interpretar el lector esta doble intencionalidad?

- R.: Me preocupa la utilización capciosa del lenguaje que caracteriza a muchos discursos políticos y medios de comunicación. Y que, a la par, haya tanta gente insensible a los argumentos falaces. Cuando adviertes que con tal de engañar y de obtener algún rédito -por ejemplo, electoral-, vale cualquier argumento, entonces no puedes hacer otra cosa que criticar este uso de la sofística. Pero es cierto que también puede hacerse un uso más literario, más sofisticado podríamos decir, en la línea de la ironía como figura retórica. Aquí, dando a entender lo contrario de lo que dices, buscas ganarte la complicidad del lector y su sonrisa, mientras que la pretensión de convencerlo mediante sofismas de algo que sabes que es falso me parece un uso perverso.

- P.:Absurdo literal tiene un estilo literario que no pasa desapercibido para quien se adentra en sus páginas. ¿Cómo reconcilia la anécdota literaria con la sobriedad de un texto expositivo-argumentativo basado en la construcción de definiciones?

- R.: Al final creo que es una cuestión de equilibrio. El armazón de Absurdo es, ciertamente, sobrio: definiciones y argumentos. Así fue concebido, pero por el camino alguien me convenció de que la inclusión de breves comentarios o anécdotas, a veces autobiográficos, podían servir para relajar la rígida atmósfera del texto (no olvidemos que se trata formalmente de un diccionario) y hacerlo más íntimo y amable. Hoy me parece que fue una decisión acertada.


- P.: Detrás de este libro observo influencias importantes, como la de Gómez de la Serna, pero usted siempre ha destacado el trabajo encomiable de María Moliner. ¿Por qué?

- R.:Sin duda, Ramón es un maestro. Entre sus greguerías y mis definiciones hay semejanzas innegables, como el humorismo, la vocación aforística o la preocupación por el significado. A partir de ahí, él deslumbra con sus ingeniosas metáforas y yo tiro más de la ironía y el sarcasmo. Pero, efectivamente, le debo más a María Moliner y a su arte de definir. Su trabajo titánico durante 15 años para elaborar su magnífico Diccionario de uso del español, consciente como era de las deficiencias -todavía creo que no superadas- del DRAE, nunca fue suficientemente reconocido. María Moliner debió haber sido la primera mujer en entrar en la Academia cuando en 1972 fue propuesta por Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo, pero el hecho de ser mujer y, encima, haber cuestionado el diccionario oficial, se lo impidió.

- P.: Su formación como filósofo está presente en muchos contenidos de las palabras que defines. Absurdo literal es un divertimento lingüístico, pero también es un texto de denuncia. ¿Está de acuerdo?

- R.: Es un texto lúdico en el que, ya lo decíamos antes, cabe la denuncia y también la reflexión, pero siempre como algo sobrevenido, a propósito de la definición de un término en la que encaja o con la que puede relacionarse. Así, el propósito principal del libro es una invitación a jugar con el lenguaje, pero también puede servir para incomodar. Y si yo sé de la existencia de un grupo de importantes empresarios españoles que aprovechan sus contactos con el trono para hacer suculentos negocios, no tengo empacho en señalarlos como la "patronal". O si comienza a ser una práctica habitual que los poderes económicos y las grandes corporaciones abastezcan de ministros a los gobiernos, ¿habrá alguna otra forma mejor de referirse a ello que empleando el verbo "suministrar"? Estoy convencido, incluso, de que un vocablo tan respetable como "legitimar", de profunda raigambre jurídico-moral, está mutando de raíz, y en demasiadas ocasiones significa ya algo así como estafar con el amparo de la ley.
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Apunte sobre la escritura de un incendio y un fragmento de Luis Mateo Díez

  Por las quietas aguas donde deambulo, la claridad es el motivo de todos los engaños. Nada es recordable, salvo si se escribe. El incendio lucha en el interior de la calma. Los que montamos en autobús soñamos de otra manera al mirar por la ventana. Soñando un vestido azul en la novela Viento rojo, de Raymond Chandler mientras las olas no existen al abrigo de nada explorable. La lucha verdadera, el encontronazo siempre inédito contra todo lo que perdimos antes de nacer. Respirar porque leo un fragmento de Luis Mateo Díez: "Al fin es la fotografía el auténtico compromiso creativo en la vida de Sonia, y a la que dedica el mayor tiempo o, al menos, el tiempo de más decidida voluntad, un trabajo intenso y la notable indignación que apoya y justifica ese trabajo". Siendo la erosión de las piedras blancas antes de desaparecer. Yo seré el eco de esas pinturas del mundo.

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Muchachas con bikinis fluorescentes que recuerdan a los conos de carretera

  Cómo echo de menos el modelito de Ursula Andress en James Bond contra el Dr. No, allá por el 62. Qué desastre este verano con los bikinis de neopreno. Las muchachas parecen conos de carretera, bailarinas sacadas de un vídeo de los Pet Shop Boys. No me gustan estos bikinis que promocionan los subrayadores para preparar los exámenes finales, ese modelo cibernético que es óptimo para salir de noche en bici y deslumbrar a los conductores domingueros.

  Cómo echo de menos el rojo de Pamela Anderson en Los vigilantes de la playa. Los bañadores y los bikinis eran otra cosa en esa serie americana, nada que ver con este tributo al neón de clubes indecentes que se encuentra uno al final de un pueblo. Pero, bueno, siempre nos quedara la Ursula o la Halle Berry, imitando a la diva, saliendo de las aguas como esa Venus, fruto de la conjunción del esperma divino y del salobre de la marejada.

Pamela Anderson
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viernes, 7 de agosto de 2015

Un verso de Neruda

Un guiño a Luisa Pastor y cualquier palabra de Juarroz.






   Encontrándome con algunos versos sueltos de Luisa Pastor sobre una muerte, la de Virginia Woolf, desando el camino al que el lenguaje nos fuerza. Las palabras no deben significar, las palabras que estiman la evolución de  los acontecimientos. Hay un segundo lenguaje que escapa a cualquier interpretación del mundo y es tan benigno como maldito. Benigno porque rompe el lastre enfermizo de la cordura llevada a la obsesión por no equivocarnos, la rigidez de lo pensado y lo previsto, pero al mismo tiempo es maldito porque sus márgenes, al no ser severos, pueden llevarte a la correosa dependencia de una fantasía tan adictiva como destructora: " (...) caminaré bajo la corriente callada/ un día soleado y frío/ ocultaré la luna bajo mi abrigo/ y con un bastón/     alta la frente/ pasearé mi extrañeza sobre esta tierra/ una última vez".

  A estos versos de Luisa Pastor agradezco un recuerdo inestable, que no puedo verbalizar apenas, sobre ser extranjero en un mundo que no acepta la disidencia. Unos versos de Neruda inciden en ese apostolado: "Poco a poco el silencio me hizo un Robinson asustadizo/ sin ropa pero sin hambre, sin sed porque por los poros/ la luz mineral nutría y humedecía, (...).

  O los versos de Juarroz a propósito del lenguaje poético como un extraño errante: "Como un pensamiento nocturno/ que de improviso se desliza/ desde el espacio de la noche/ a la noche del pensamiento". No queda otra que persistir en esa ambigüedad; el poeta como hombre de la cordura, y aquel otro que se resiste a la lógica del lenguaje, a los preceptos que señalan la deriva de la masa y su condena a la indiferencia.
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Cuadros del Londres victoriano, de Natsume Soseki

  Deliciosa lectura para el verano. Los dos años que Soseki pasó en Londres constituyen una escuela de iniciación a la escritura para este autor japonés, cuyo costumbrismo y su ritmo pausado a la hora de narrar, sin escatimar en detalles, nos embarga en una hipnótica recreación de un Londres que vive entre la represión y la fantasía creativa y transgresora de Wilde.

  Los cuadros compositivos que Natsume Soseki esboza con un gran sentido del pudor y la prudencia en este libro no están exentos de un realismo mágico que monumentos como la Torre de Londres provocan en su imaginación. Alto contenido poético y una sobrecogedora sensación de irrealidad en sus curiosas descripciones detallistas y minuciosas evocan una ciudad que se aleja del idealismo convencional que cualquier europeo guarda en su memoria. Sus vicisitudes a la hora de aprender a montar en bicicleta, los desencuentros con sus caseros y una biografía fantasmal tras los muros y decorados de la Torre de Londres nos sumergen en ese probado interés de Soseki por revelarnos que, tras su vivencia personal, existe un misterioso empuje que mueve a escribir, aunque de lo que se escriba parezca la cosa más trivial y baladí del mundo.

  "Saco la cabeza por una ventana del lado este y observo la vecindad. Debajo de mis ojos hay un jardín de unos cuarenta metros cuadrados. Por la derecha, por la izquierda y por detrás está cerrado por un elevado muro de piedra, de modo que su forma es igualmente cuadrada. Parece haber cuadrados por todas partes en esta casa. El rostro de Carlyle no tenía, sin embargo, nada de cuadrado". (pág. 152). (Traducción de Fernando Ortega y Abel Vidal).


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Poemas musicados



   Després vingué la música es el nuevo trabajo de Manel Alonso en el que la música de cantautor y diversos poemas de este creador en valenciano se conjugan para lograr una obra compleja y heterodoxa. La reivindicación de la tierra, el realismo social y una poesía neorromántica son constantes formales y de estilo en los diversos poemarios del autor de Alzira que, en este nuevo trabajo, se atreve a musicar con la ayuda de relevantes músicos y compositores como Carles Pastor, Miquel Gil, Carles Enguix o Rubén Durà.

   Esa reconciliación con modismos de los sesenta y los setenta, en los que poesía y canción iban de la mano para denunciar las injusticias sociales, parece cobrar sentido en estos tiempos convulsos, de grandes desigualdades, así que Manel Alonso transforma la poesía en una manifestación estética de mayor alcance quizá, siendo la música esa manera de intromisión y de expresión al mismo tiempo de muchos de sus versos.

   Quiero dejar claro que la obra de Manel Alonso es una obra consistente, con una poética firme y con una trayectoria larga y sufrida durante muchos años. Sus poemas en valenciano han sido traducidos a multitud de idiomas y su silencio mediático no ha estado reñido con una implicación cultural, editorial y creativa de gran influencia y padrinazgo para otros escritores.

   La colaboración de grupos como Cant viu o L´Arrel son imprescindibles en este disco que rompe con los tradicionales canales de distribución de los poemas. Esta iniciativa de Manel que algunos considerarán arriesgada nos plantea diversas cuestiones; en primer lugar, la poesía necesita nuevos caudales de transmisión para llegar a los lectores, cada vez más escasos. Por otro lado, pone en evidencia que el autor debe ser un autor en continua transformación y reconocemos que, por la diversidad de estilos que coexisten en el disco, Manel Alonso se niega a ser un escritor fosilizado que solamente escribe para vender libros. Por esa razón, la apuesta de este trabajo confirma la capacidad del creador valenciano para manejarse con diversos modos, plataformas y géneros. Sin renunciar a la tradición del cantautor, destacan algunos temas que nada tienen que ver con una concepción caduca y transnochada del fenómeno (Entraro Cançó inacabada), sino todo los contrario. Porque, en Després vingué la música, hay modernidad, tradición, y rock, mucho rock.
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domingo, 2 de agosto de 2015

Sobre Hamelín y tu solidez burguesa

  No te quites la mascarilla porque era tu solidez burguesa la que te convirtió en la misma cucaracha con la que soñabas. Quisiste que el propio Kafka te besara antes de acuchillarte, pero no fue así. El sortilegio era más potente que tu deseo y ni siquiera pudiste pasar por el quirófano para que te cerraran los labios, labios por los que susurrabas la miseria cotidiana de aquel flautista que fue expulsado de Hamelín.

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sábado, 1 de agosto de 2015

Escupir tres veces

  La quemadura proviene de otro nacimiento, ajeno a ti y a tus padres, aquel que emerge de la mirada más profunda de los cefalópodos. Los pozos se llenan de claridad y nuestro reflejo es un aviso de que el enemigo anda cerca, con el arma bajo el gabán. Los perros andan sueltos y la mujer que, al mirarse delante de un espejo, escupe tres veces.

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