lunes, 30 de marzo de 2015

Lubiz era un enfermo, pero una enfermedad mental no justifica el homicidio

Mi artículo en Mundiario sobre el copiloto de Germanwings.

Andreas Lubitz. / Facebook

   Todos queremos saber detalladamente qué sucedió dentro del Airbus para que se produjera ese homicidio en masa. Todos queremos saber minuciosamente qué acontecimientos se produjeron en la biografía de Andreas Lubitz para que tomara esa decisión fatal. Los pormenores que nos están suministrando algunos medios en pequeñas dosis de crueldad revelan que Lubitz estaba obsesionado con volar y que seguramente nunca llegaría a ser comandante. Sabemos que estaba bajo tratamiento psiquiátrico y que destruyó el parte de baja que correspondía al día de la tragedia.

   Sin embargo, yo no puedo ser compasivo con Lubitz. No se puede justificar la voluntad de Lubitz, porque un ser humano con problemas mentales no es verdugo de nadie. Al contrario, nos sorprenderíamos de la cantidad de ansiolíticos y antidepresivos que se despachan diariamente en las farmacias para gente que lucha y trabaja por ser jodidamente feliz dentro de sus posibilidades. En el caso de que se demuestre finalmente, una vez que se cierre la investigación, que Lubitz estrelló intencionadamente el Airbus, no podré mostrar ningún tipo de empatía hacia él como enfermo. Lubitz no es quien para que se satanicen las enfermedades mentales. Lubitz es otra manifestación del mal que se aloja en la conducta humana, esto es, un sujeto que quiso asesinar, tuvo la sed de mal que conduce a todo homicida a su particular glorificación ególatra.

   Es cierto, Lubitz estaba enfermo, pero también fue un cobarde y su premeditada voluntad de morir sesgando la vida de ciento cincuenta personas, que nada le habían importunado en su acomplejada existencia, lo delata como un asesino, no como un enfermo. Los suicidas, aunque no lo parezca, son las personas más generosas que he conocido, aunque su particular ejecución no está exenta de parafernalia y exhibicionismo, pero otra cosa es la intencionalidad de morir matando. Y eso es lo que diferencia al suicida, del asesino, al enfermo incurable, de un homicida.

   Creedme, sé de lo que hablo. La ansiedad, las crisis de pánico, la paranoia y otras manifestaciones patológicas te joden la vida y pueden joder la vida de quienes te rodean, pero hay un abismo entre esa naturaleza y otra que cree en la violencia y en el narcisismo de quien, al matar, cree que pasará a la historia.

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