sábado, 7 de febrero de 2015

La épica y la distopía

Mi reseña en Mundiario sobre Estanebrage, el último bastión, de Rodrigo Palacios.

Estanebrage, el último bastión, de Rodrigo Palacios.


   Seguramente no es la mejor novela de aventuras que haya leído, pero hay un valor talentoso en la novela del joven Rodrigo Palacios, Estanebrage, y es el ansia de relato total y operístico que presenta su narración.

  Con notables resonancias medievales y con una influencia significativa de esa tradición épica anglogermana que incluye a Peter Berling o al propio Ken Follet, lo que subyace en el discurso es la relación del rito iniciático que define a todo héroe. En este caso, se trata de la realización personal de Niclai Estenebrage, un zapatero, que, tras la destrucción de su ciudad, debe involucrarse en una hazaña de liberación personal y colectiva para que la paz regrese a Borno. Inteligentemente, Rodrigo Palacios construye un ciclo épico donde la presencia de los secundarios busca analogías con algunos mitos de Tolkien, pero considero que esa aproximación voluntaria no desmerece la obra.

   La construcción de la distopía en Estanebrage, aunque rezume ecos de un pasado medieval, nos adentra todavía más en la intención del relato que no es otra que el entretenimiento y la aventura en un lugar remoto, recóndito y mágico, pues es tentadora siempre esa oferta de construir mundos paralelos y perfiles de forajidos si queremos lograr una novela que sea modelo de aquellas que nos marcaron en algún momento, elaboradas también en momentos de grandes crisis. Recordemos Los tres mosqueteros, por ejemplo. Podría recurrir a un análisis exhaustivo de lugares comunes que encuentro en Estanebrage y otras novelas del género, pero no debo hacerlo cuando la concatenación de acontecimientos está bien hilvanada y los estereotipos corresponden a la tendencia que sigue este género ya en el propio Tolkien.

   Un halo de cristianismo se perpetua en la prosa del autor de El hobbit que inconscientemente también subsiste en Estanebrage: las ideas de bien y de mal perfectamente tramadas, personajes que arriesgan su vida por un ideario de justicia y un mundo poseído por fuerzas oscuras que hay que exorcizar (una analogía del nuestro en el que la oligarquía rige un nuevo orden). Celebro la aparición de esta novela porque, como sucede con otras del mismo género, parecen convertirse en ese pre-texto que confirma los males de nuestra época actual. Si no es así, no encuentro otro sentido a la seducción por estos mundos tan convulsos y marcados por el mesianismo. Que nadie busque en esta novela de Palacios una novela de lenguaje, de innovación estructural o temática. Estamos ante una obra notable de entretenimiento, que calará en el público adolescente que tanto gusta de la narrativa de Laura Gallego, pues la magia y los combates cobran el mayor protagonismo de este trabajo arduo, sin duda, y que merece ser leído como un tributo a lo fantástico, virtud de la que nuestra literatura siempre ha carecido. 

Enhorabuena, Rodrigo.

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