sábado, 31 de enero de 2015

Señor Opio

  Los débiles nos miran con la saña del perro incendiario. Bebemos té y gasolina a las afueras del antojo. Las algas han devorado los muebles de ese burdel lanceolado donde las madres juzgaban a sus hijas por promiscuas sirvientas del Señor Opio. Los enanos amarillos no saben contar, pero los cocodrilos que caminan erguidos aprendieron mucho del latín imperial, el invencible y más poético.

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American y polvo

  Deja que tu mano acaricie este aire polvoriento. La ciudad ha sido inventada por mí. Los escombros fueron los signos del profeta. Tu rostro, la fatiga de mis pensamientos, la ausencia de la palabra colérica. Los charcos inundan mi visión antropoide. Te has limitado a lamer las cuerdas de la trampa mortífera que esconde mi cama.

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viernes, 30 de enero de 2015

Leyendo mis ojos

  Te falta altura para ser ella. Pero lo intentas una y otra vez y, leyendo mis ojos, dejas claro que estás destinado a vivir plenamente. Prefieres vivir en los recuerdos, sometidos a la imposición de ese diablo que juega con Descartes. No me temas, no me temas, pero los perros esperan en la puerta de la clarividencia.

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miércoles, 28 de enero de 2015

Participa

  ¿Quieres que participe en este entierro? La ceniza nos descubre el lado más amargo. Hemos descendido al lugar de los pantanos, donde se quiebran las aves y los perros. Los reflejos permanecen tras el eco de ese aullido vacilante, impreciso. Muere tras la oratoria del griego solitario.

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lunes, 26 de enero de 2015

Coches eléctricos

  Te has limitado a contemplar a la señora de bolso gris que camina por la cuerda. Los perros de caza han sido sustituidos por los coches eléctricos. No hay carne que llevarse a la boca si no entras a los supermercados a matar a los cerdos que hibernan tras el plástico. Frunces el ceño y sueñas con el oso incendiario que come polillas tras las estanterías de los incunables.

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jueves, 22 de enero de 2015

La sal

   Has visto que la luz era demasiado poderosa para continuar hasta el final. Los perros se recuestan en la empinada leva. Los hombres ensucian su rostro con polvo de ceniza. Mueres mientras hablas porque el fuego consume todo cuanto tocas. Tienes tiempo aún para mirar atrás y dejar que la sal sea tu sangre en vena.

Fotografía de Pati Gagarin.
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miércoles, 21 de enero de 2015

Un poemario infantil sobre la playa

En Mundiario mi reseña sobre A mares, de María Jesús Jabato.




   Llega a mis manos un nuevo poemario de Faktoría K de libros (Kalandraka), A mares, escrito por María Jesús Jabato e ilustrado con acuarelas por Rocío Martínez. A diferencia de otros textos literarios infantiles que he comentado anteriormente, este trabajo se caracteriza por su aparente sencillez. Destaco aparente porque parece que la autora resuelve cada poema de una forma trivial, meramente lúdica, con importantes concesiones a la rima consonante, pero su intención no es otra que la de crear un corpus de canciones donde se cohesiona efizcamente fábula con musicalidad: “En un cochazo elegante/ por detrás y por delante/ va el tiburón. Hace sonar la bocina/ cuando dobla las esquinas /del mar Menor./ Como es rico y presumido/ dicen que es un buen partido,/ ¡ay, qué emoción!” (pág. 24). La leve intensidad de las acuarelas de Rocío Martínez son suficientemente descriptivas porque inciden en ese tono cuentístico que recrea cada poemilla de María Jesús Jabato.

  Lo que caracteriza a este poemario es que, detrás de ese aparto formal, hay breves anécdotas, microcuentos y chistecillos que establecen una sincera complicidad con el lector. La virtud de esta clase de libros es que, aunque estén dirigidos a los niños, su lectura también embauca a los adultos, pues recuperamos, sin ser conscientes de ese hecho, una nostálgica visión del juego con las palabras que tantas veces aprendimos en la escuela y dentro de la familia.

   La oralidad consumada en la estructura de estos versos construye un personal animalario de peces y crustáceos, pues el asunto de esta obra, como se desprende de su título, se desarrolla a partir de motivos que giran en torno a espacios como la playa y a actividades como el juego en la arena o la pesca. Por tanto, la autora conecta con ese imaginario fabuloso que todo niño tiene en su cabeza cuando los animales marinos y su representación simbólica en dibujos animados, libros de texto, cuentecillos, por ejemplo, siguen entusiasmando: “Un gusano haragán y descarado /tumbado en un anzuelo rojiverde /ha escrito en un cartel: ¡Cuidado, muerde!, y los peces se apartan de su lado.” (pág. 11).

   Lo que emociona en la mayor parte de estas canciones y romancillos es la capacidad metafórica que María Jesús Jabato expresa en pocos versos. La personificación y la sinestesia, esa atractiva combinación del mundo sensible propio de los hombres con el de los animales, son artificios que enfatizan esa eficacia histriónica y chocante entre el contenido y el ritmo de cada poema: “Érase que se eran/ dos marineros/ que surcaban los mares/ en un sombrero/ negro de copa,/ uno sentado en proa/ y el otro en popa" (pág. 22).
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martes, 20 de enero de 2015

El día anterior al momento de quererle

En Mundiario mi reseña sobre una vida, un poemario de Concha García.
 
El día anterior al momento de quererle, de Concha García.

   El poemario de Concha García, El día anterior al momento de quererle, publicado en Calambur, en 2013, profundiza en la memoria como un espacio transitable donde la juventud y la madurez se confunden, donde no existe la nitidez entre lo que ha sido encantador, deliciosamente vivido, con aquellos momentos traumáticos, llenos de aspereza y de frustración. Como se puede revisar también en obras anteriores, la autora busca esa frontera intermedia donde la vida no es juzgada, sino contemplada como una fuerza inasible a la que no podemos renunciar y a la que no podemos increpar para que las tornas cambien: "Unos seres que se repiten/ en el tiempo, una serpiente/ espalda abajo que se ausenta/ de los momentos felices y aparece/ cuando la derrota es previsible" (pág. 65).

   Lo que siempre me ha cautivado de la poesía de Concha García es esa manera aparentemente sencilla de reflexionar sobre los problemas existenciales, puesto que es cierto que su estilo no es excesivamente abigarrado, pero su sintaxis y la riqueza conceptual que en ella se incluye inciden en ese eterno debate entre el yo y su alteridad. Alrededor de la pérdida, alrededor del miedo a morir, giran esos fantasmas errantes que son quienes habitan la casa, las habitaciones, los recodos, los espacios en los que la ausencia se hace visible.

   Los objetos, los detalles mínimos y los recuerdos repetidos son rasgos de ese mundo personal que Concha García prevé dentro de los límites de su escritura. La vida como experiencia del recuerdo tiene las mismas demarcaciones que la literatura, erráticas, confusas, pero hipnóticas: "Cuando lees: solía tejer guirnaldas/ lo que te llega/ no pertenece a tu tiempo./ No es real ¿sabes?/ potencia de pensamiento/ que forma solo/ imágenes aproximadas/ de la dulzura/ que te habita" (pág. 13). La ausencia de quienes han completado nuestra existencia, el reproche a quien no va a respondernos y el dolor contenido ante la inminencia de experiencias inevitables construyen toda una poética donde el amor no es idealizado, sino que son los idealismos los que han destruido la continuidad del afecto entre nosotros: "Ayer, entre las cosas que tiro,/ fotos, papeles, ropa, llovían plazoletas/ donde estuve hace tiempo,/ los singulares rostros de arcángeles/ que bordeaban algunas fuentes blancas/ transitaban conmigo en el anterior día/ de la tristeza" (pág. 35).

   Quizá la autora busca en el recuerdo de la ausencia ese momento de la controversia que todo creador necesita para reflexionar sobre sí mismo, en la solitud, como describe Hannah Arendt. No hay otro fin que perseverar por perseverar, sentir ese tiempo que se va rápida y silenciosamente. Es inevitable que el lenguaje sobreviva a tantas acciones que apenas recordamos, pero que con voluntad van marcando de cicatrices nuestra piel. Lo que el poema entona es el instante, una acción simbólica que repercute en todo lo que somos: "Ella se desnuda, siente la tibia/ temperatura del alba en un/ alegre balanceo que provoca/ una sombra perfectamente enlazada/ a otro cuerpo." (pág. 38).

Gracias, Concha, por tus consejos.
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lunes, 19 de enero de 2015

La editorial Odeón publica 30 cuentos y medio

Mi reseña en Mundiario sobre la obra póstuma de 'Miliki'.

30 cuentos y medio, de Emilio Aragón 'Miliki'.

   Llegan a mis manos los últimos cuentos escritos por "Miliki" y siento la impaciencia de quien ahora recuerda aquellas tardes televisivas de la España del bocadillo de sobrasada y la televisión en blanco y negro con la que me crié en los ochenta. Lo emotivo reside no en el alcance de la obra en sí misma, sino en lo que significa su aparición en estos tiempos de descalabro político y apatía generalizada. Nadie puede negar que el trabajo de cómico que ejerció "Miliki" fue voluntarioso e innovador, pues fue capaz de distraer con humor blanco y pericias propias de La Comedia del arte a varias generaciones de espectadores.

   La Editorial Odeón publica ahora los cuentos póstumos del gran "Miliki" en un excelente trabajo de edición donde, además de los textos, podemos encontrar un audiolibro con las voces de Rita Irasema, Manuel Feijó y Virginia Rodríguez, interpretando cada uno de estos breves textos. 30 cuentos y medio no es una obra de estilo, no es un trabajo de altura literaria, sino una experiencia de vida, un intento por reconciliar el mundo de los sueños incumplidos con una realidad severa, cruel en demasiadas ocasiones.

   Los personajes de "Miliki" no son grandes héroes épicos, sino héroes de lo cotidiano que aspiran a que sus ilusiones se cumplan en algún momento de su vida. El alcance literario de estos cuentos reside en la sencillez del argumento, en su espontánea estructura que nos conduce a un chistoso y anecdótico desenlace. Porque Emilio Aragón "Miliki" es un contador de cuentos y ese carácter oral se refleja en su escritura, azarosa, pero previsible, con mucho ritmo en algunos pasajes. Lo cómico se convierte en una pequeña tragedia para esos personajes que él construye con intensidad y lo trágico termina por parecerse a lo cómico cuando el desenlace de los cuentos abre un horizonte de verdadera esperanza a los protagonistas: "Un buen día, Jorge hizo una anotación en la palma de la mano derecha de Julia. Ella, acostumbrada a dejarle hacer anotaciones en cualquier espacio que encontrase a mano, ni miró lo escrito por él. Sólo cuando iba a poner la mano debajo del grifo del agua, su corazón dio un vuelco. Acababa de leer lo escrito por Jorge en la palma de su mano. Sólo había anotado: "¡Te amo!" (pág. 85).

  La suegra y el violín, Entre nardos y tulipanes o En el limbo son claros ejemplos de ese desafío entre sueño y realidad al que los personajes se entregan inconscientemente. Lo interesante de estos cuentos es que "Miliki" tiene un plan narrativo, pues hay una anécdota con la que se inicia la trama, una intención moral que no puede evitar por su conciencia creativa de clown y una reflexión acerca de los problemas éticos con la que cierra siempre la coda de cada cuento: "La mentira es el mayor defecto de la humanidad. Y si a la mentira le sumamos la vanidad, estaremos creando la bomba más explosiva que crearse pueda" (pág. 54).

   Su frase sencilla y el colorismo de algunas escenas producen un efecto poético que recuerda a los breves cuentos de Monterroso o de Piñeira. Quizá una de las obsesiones a las que el autor se entrega sea al tema del sueño por el carácter fecundo y ambiguo que tiene nuestra capacidad de imaginar mientras dormimos. En la mayoría de esos relatos, se produce ese encuentro casual o intencionado donde los personajes confunden su mundo cotidiano con lo onírico. Por esa razón, la literatura de "Miliki" se convierte en una parábola de la necesidad de crear y de leer; un motivo sintomático de que solamente el arte, el arte del ensueño y de la fábula, puede reconciliarnos con nosotros mismos: "Cuando sacaron a Patacruel del hospital, desde la camilla que lo trasladaba a la ambulancia que lo llevaría a su hogar, pudo ver a tres gatos negros, situados en la acera frente al edificio, sacando pecho un orgullo gatuno digno de la raza y una profunda mirada de justicia y sabiduría felina" (pág. 35).
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Razón del mirlo, de Miguel Veyrat

En Mundiario mi reseña sobre poemas y símbolos que recuperan a Zaratustra.
  


   Hay momentos en que los que elaborar una crítica exhaustiva acerca de un libro no resuelve nada porque resta valor artístico a la obra. Hay momentos en los que razonar con inteligencia práctica sobre un texto literario perjudica la intención literaria del propio discurso creativo y el ensayo realizado es un fracaso que no roza siquiera el alcance de la obra descrita. Con la poesía de Miguel Veyrat, he tenido siempre esa sensación inexorable de fracasar a la hora de justificar el talento que su técnica expresa, así como la riqueza de referentes e influencias que demuestran sus cosmovisiones en trabajos como Poniente. Razón del mirlo, publicado en Renacimiento (2009), es un poemario que necesita de la impresión, más que de la palabra argumentada, para ser reseñado.

   La obra de Miguel Veyrat es una búsqueda de la vida en su sentido más atávico y tribal. Su poesía es profunda porque intenta revelarnos la escritura como un acto litúrgico donde el mundo de lo poético es un desciframiento de ese gran Libro sagrado que es el propio Universo. por esa razón, no reniega de un estilo conceptual, abigarrado, en el que la depuración formal evoluciona a una sincera complejidad filosófica en la que el mundo como experiencia sobrecoge y no puede ser observado bajo los valores de la justicia o la equidad. La naturaleza es brutal, azarosa, genesiaca y feroz para criaturas como el hombre y el sino que prevalece es conservar la palabra como "pharmakon" ante esa sobrecogedora evidencia. Como antropólogo, entiendo su desafío de reconciliar palabra con rito y símbolo, con fuego, pues es la manera que la escritura, desde culturas remotas, posee para que logremos entender al dios y a la creación en sus múltiples formas. Los versos de Veyrat construyen un cuerpo totémico que alaba la fuerza, la rotundidad, con la que la vida se manifiesta: "Arrastra tu canto el viento/ con su voz de bestia/ inmemorial. Deja en las zarzas hojas/ de carne arrebatada/ al río de sombras -rival/ turbio de lo eterno, cuando la vida/ se detiene atascada/ en la garganta: Porque ya conozco de memoria/ esta muerte inventada/ por nosotros en una noche oscura,/ quiero ser expulsado otra vez del Paraíso para morir/ tranquilo -tras colgar, como hilo/ de araña, mi grito/ rebelde desde el abismo a la nada". (pág. 48).

   El hombre como mensajero y portador de esa epifanía que el mundo extiende con su devastación y su creación constantes persiste en cada poema de Razón del mirlo. Algunas de sus imágenes producen en mí el desasosiego del que se siente, no como un ser que domina la naturaleza, sino al contrario. Somos otro sedimento desprendido de algún accidente, una partícula ínfima de una combustión inagotable. Solamente la máscara, el tatuaje, la iniciación y el canto que se arma alrededor de las hogueras pueden paliar esa sensación de desamparo, de reconocimiento de la infinitud que nos arrastra: "Interpreta tú la estela de mi nombre/ para reconstruir el rostro/ que los titanes embadurnaron de yeso: (...) ". (pág. 69).

  Razón del mirlo recupera ese pensamiento fundacional del texto religioso que articula sus particulares y escandalosas cosmogonías. Por esa razón, el sustantivo y el ritmo son tan contundentes en este libro, poderosamente intuitivos, con imágenes sobrecogedoras que descubren esa interpretación original de la tierra, los caminos, los animales, los espíritus, el ocaso, como si la memoria de Zaratustra o del propio Octavio Paz respirasen en esta filosofía de la composición en la que Miguel Veyrat se inspira. Su poesía no es experiencia de lo cotidiano, sino conocimiento de nuestra condición racional e irracional, una profunda inspección de la vastedad, de la sima, donde la experiencia creativa todavía persigue al mito: "Porque siempre quisiste/ morir allí, en el gran vientre abierto/ hacia la noche/ donde se funden eco y bruma/ y el sol se ahoga para volver mañana/ hasta su origen -sin dejarte ver cuánto dura lo oscuro". (pág. 97).

Enhorabuena, Miguel.
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domingo, 18 de enero de 2015

Vísceras envasadas al vacío

  No renuncies a este espacio donde los insectos nos rondan. Los elementos de los desvanes han ardido mientras descánsabamos sobre nuestros fusiles. No hemos perdido todavía la velocidad siniestra de cazar a los payasos. No comentes que, en estos tiempos, prefiero las oraciones a las vísceras envasadas al vacío.

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sábado, 17 de enero de 2015

Pensamientos sobre El exorcista

 
  A José Antonio Cayuelas


  El mal tiene todos los rostros. Nuestro temor proviene no de su existencia, sino de la posibilida de que haya sobrevivido a cualquier catástrofe. No busques al diablo. El mal es sencillo y banal como sostenía la filósofa Hannah Arendt.



   Gusta de gentes sencillas y anónimas para alcanzar logros mayores. La película de El exorcista es un diáologo severo con un espectador que no quiere creer, pero que no puede apartar la mirada de ese misterio sacrílego que contagia a los seres indefensos. Los espacios de las calles, unas escaleras por donde se precipitan las sombras, la habitación de una niña, un claro de luz bajo una farola son lugares previstos para que el mal habite por siempre. Los niños miran a través de otros ojos, los terribles, los suicidas.



   El exorcismo no es el alivio, sino el trance previo a la muerte para que otros se salven durante un tiempo. ¿Quién te aguarda hoy tras esta puerta? ¿Quién te observa cuando dejas la cuchara dentro del recipiente? ¿Quién esribe sobre tu piel mientras duermes pacíficamente y las plazas se quedan vacías? El hedor es invisible y todo lo que más deseas es sospechoso de padecer los síntomas frenéticos de una herida silenciosa. La mano que aprietas puede ser la mano que estira la soga. No eres el pájaro que aguarda la libertad desde su rama, sino el esclavo de una vida que se consume lentamente mientras los ojos del mal vigilan cada una de tus acciones. Escucha, mira y calla. Aún no has averiguado quién soy.
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martes, 13 de enero de 2015

Esta piedra

  A quién temes cuando llega esta hora. Los lobos son tus visiones. Has creado otros monstruos mucho más feroces. Hay un hermano que se disfraza de brujo y todo parece demasiado intrépido antes de dormirnos. Duelen las horas y la espera. Abrázame y arrastra esta piedra.

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domingo, 11 de enero de 2015

Me esperabas

  Me esperabas bajo  el mismo cartel. Los animales que provocaron nuestro encuentro duermen ahora en los desniveles, cerca de la fábrica de harina. Rocé tu cuerpo una vez y los árboles se mostraron aún más jóvenes. Las garzas emprendieron el vuelo cuando comencé a eyacular. Era un mes de agosto, dentro de un vagón, y todo lo que sabíamos del mundo era pacífico e inútil.

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miércoles, 7 de enero de 2015

Cuanto nos hemos dicho

  Deja que descarguen tus manos sobre ese flujo de agua. Deja que los arboles ejerzan su profesión de silencio entre nuestros espacios. Las sombras se agitan tras la lentitud de la roca que desciende hasta los fondos. Mírame y oculta quedará esa palabra insignificante para todo cuanto nos hemos dicho.

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lunes, 5 de enero de 2015

Nota 1

Nos queda aún ese banco del parque...

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Hueso

  De donde provienen el rastro y las lanzas que quedaron enterradas bajo la ceniza. No hay otras voces desesperadas que entonen los mismos versos de Catulo. Tus manos dejándose arrastrar por la paciente corriente, quebrándose el hueso alzado por el mamífero.

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domingo, 4 de enero de 2015

La piratería ha conseguido que la literatura se convierta en otra frivolidad

En Mundiario mi reflexión sobre la piratería.

La piratería de libros.

   Entro a un Corte Inglés y, en la sección de libros, encuentro la saturación, la repetición de tomos, las trilogías, portadas espléndidas, de diseños talentosos y preciosistas, aforismos en las solapas de otros autores que recomiendan estos títulos nuevos que pueblan metros y metros de toda una planta, decenas de premios, carteles de descuentos, pero la gente pasa, pasa olímpicamente. En media hora no he visto a nadie comprar libros.

   La última novela de Ken Follet aún va por su segunda edición y los presentadores de televisión llenan dos expositores. Un amigo librero me comentaba hace dos semanas tomando café que el negocio está hundido y la causa no es la crisis económica solamente. No es que a él le vaya mal, le va a todos mal. La milonga de que la piratería es una forma de reivindicar la cultura está hundiendo a las librerías y a las editoriales. Los suplementos culturales citan como mejores libros del año a aquellos que, con su apellido, aún brindan oportunidades de ganar dinero a algunas editoriales, porque ya son una marca. Pero me cuentan que la última novela de Javier Marías, Así empieza lo malo, ya se podía descargar gratis a la semana siguiente de ser publicada.

   Lo peor de todo no es el hundimiento del trabajo de edición, sino que, tras la piratería, está la frivolización de la cultura. Las reflexiones literarias, los ensayos, las opiniones, la poesía, lo filosófico, la revisión histórica se están convirtiendo en una realidad infravalorada. Con la literatura aprendemos de nuestra conducta, de nuestros propios males.

   Lo peor de todo, además, es la respuesta de muchos escritores; escritores que comienzan a escribir libros demasiado sencillos, prácticos, de rápida lectura, voluminosos para justificar los veinte euracos de la compra, con buena redacción, pero cada vez más asépticos, sin riesgo, sin la conmoción que necesita este mundo para que estemos jodidamente despiertos. Lo hacen porque temen no publicar, porque piensan que el libro es recuperable aún desde el mercado. Y no es así. Los libros, como los modales, empiezan en la casa y mejoran en la escuela. Pero ese es otro debate que ahora no toca.
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El miedo a la locura para explorar lo literario

Encuentros en el fin del mundo, de Werner Herzog.

   El hecho de indagar en los fondos de los océanos helados gracias a la cámara de Werner Herzog me conduce inexorablemente a reflexionar por un instante en una analogía que me obsesiona. Rastrear lo insondable, la profundidad, el silencio, la inconsciencia de las formas de vida que rebullen bajo el hielo es una analogía de la propia búsqueda de la palabra exacta. Y esa búsqueda del signo que nos aproxima a la imagen literaria puede ser destructiva.

   Lo he contemplado en los ojos de algunas estatuas, en la mezcla de escandalosos colores, en la atmósfera de sonidos y coros que acompañan mi vida. Las palabras concluyen, mueren bajo su precisión y el mundo desbordante permanece en el hundimiento, en la fosa, y nuestra mirada es la endeble luz que acierta con su existencia. Solamente deseo que alguna vez algunas de estas metáforas, algunas imágenes que construyo en mis obras, algunos textos inacabados acaben por inundar la imaginación de otro. Mi travesía habrá concluido y la deriva del iceberg habrá tenido sentido; el sentido que no tienen esas palabras que apenas concretan la acción, la belleza de tanta naturaleza sometida a la fragilidad de nuestros sentidos.
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sábado, 3 de enero de 2015

Cuando el destino nos alcance

Mis reflexiones en Mundiario sobre un film de Richard Fleischer.

Charlton Heston en Cuando el destino nos alcance (1973).

A José Antonio Cayuelas, por compartir conmigo su amor al cine.


   Los peces han muerto. Deja que las sensaciones te inunden por última vez antes que el destino nos alcance. No hay agua potable en las pozas. La ciudad es la jungla que inventaron los dioses biónicos alrededor de una mesa.

   El héroe surge de la ceniza, de la muchedumbre que no sabe qué es escapar. Dame tu mano y avanza tras la cortina amarilla de este aire pútrido. Los coches son la osamenta de otros coches molidos por los siglos y la inflacción más infecciosa. Los recursos se han agotado y una cucharilla de mermelada es tan valiosa como el céfiro o ese incandescente rubí que jamás tendrás.

  Un vaquero, un buscavidas, un hombre sin tiempo, inconsciente de su realidad suicida, puede convertirse en un tótem mesiánico. No busques la aventura en esta película, busca en los escombros, en las superficies de metal, en la mímima expresión de la alegría. No hay nada peor que agradecer la fortuna de seguir con vida. Cuando el destino nos alcance, aún no estaremos muertos, sino sentados en estas butacas, bajo el haz de luz que fabrica los bestiarios rupestres sobre la pantalla en blanco.

   Cruza el umbral, cruza el futuro conmigo. Yo tengo cicatrices. Respira el aire amarillo de las calles embadurnadas y sueña con la escasez, o con el desierto que, en la noche, quema todavía todo animal que agoniza. Gracias por estar aquí de nuevo, viajante del escapismo. Cuando el destino nos alcance, el cine será otro eco en el vacío de un universo que se expande.
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Maneras de mirar a la escritura

Explorar lo siniestro, inmersión en la niebla



   Me alojo en mi rincón favorito; un improvisado despacho que tengo en la terraza donde mis hijos juegan todavía. No me queda claro, después de estos años, si seguir escribiendo merece la pena. Es la pregunta supersticiosa que formula lo siguiente: la obra está poco resuelta o está a punto de ser finalizada. El miedo, en el último caso, puede estar muy relacionado con la soberbia aunque parezca paradójico. Es cierto que la escritura se nutre de nuestros recuerdos, de nuestras experiencias, pero no es exacto, hay algo más que no permite acercarnos con sinceridad a esa realidad misma.

   Lo llamo "resonancia de lo vivido". Porque, detrás de lo escrito, no estoy yo, ni siquiera ese mundo que me estimula, que me involucra en mi trabajo y en mis emociones. Hay algo más poderoso, rozando el asombro, pero también la depresión, la pereza, la insatisfacción, y que lentamente va modificando nuestra reacción ante lo que escribimos. Lo que sucede parece que nos es propio, nuestro, pero no es así. Al pensarlo detenidamente compruebo que nada de lo que se escribe tiene que ver conmigo ni con el mundo que me constituye. No. Nuevamente necesito explorar esas luces, esas sombras, que se divisan como una inconstante manera de mirar hacia mí, hacia los otros, otra realidad que puede llegar a ser siniestra si no hay esperanza suficiente para escrutar el porqué de esa disonancia. Así que la realidad descrita raramente es afín a mí.

   Los significados son nuevos como los espacios que denotan y es aquí, en ese clímax, cuando el poema o la novela descifran algo que ni conozco y que tampoco es mío.
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viernes, 2 de enero de 2015

Las gemelas

   No habito el sueño que produce en mí ese lobo. Los valles incendiados son los desiertos que quedan tras la puerta. Un niño golpea a otro bajo la bóveda y el puma irisado es una metáfora demasiado exigente para un poeta que empiza. Hueles a gato y me gusta que hables otros idiomas mientras yo sigo caminando en mi noche. Yo también he hablado con las gemelas.

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