jueves, 4 de diciembre de 2014

¿Son un retraso los libros de texto para el desarrollo de nuevas metodologías?

Mi nuevo artículo en Mundiario sobre los libros de texto en las aulas.


   No es la primera vez que publico que uno de los motivos del fracaso escolar es la dependencia metodológica de los libros de texto. Además, es obsceno que una familia tenga que gastar una media de seiscientos euros en comprar libros y material escolar para sus dos hijos, me cuenta una compañera profesora. Los juegos de comisiones de algunas editoriales han convertido la venta de libros de texto en uno de los lobbys más depredadores en nuestro país.

   La revista Hola o el Natural Geographic, con mayor número de fotografías a todo color que los manuales de Primaria o de Secundaria, no alcanzan ni de lejos la media de 25 euros de los libros que los padres deben comprar todos los años. Es una vergüenza en la que colabora la pasividad de la Administración, el interés de muchos Departamentos de centros educativos y la comodidad del profesorado. Salvo algunas excepciones, los libros de texto que se editan siguen el mismo esquema y el mismo orden expositivo de los libros de la Transición, pues aglutinan epígrafes inabarcables obedeciendo a las directrices de un Currículo Oficial más inabarcable todavía y ajeno al mundo del aula.

   Cada libro de texto consta de un sistema de aprendizaje que se basa en la memorización y en la repetición de listas de ejercicios que no siguen un orden constructivista. Porque la tradición pesa y los profesores que elaboran estos libros aún no han entendido que la inteligencia y el conocimiento es motivacional y caótico. El libro de texto resta autonomía, autoridad y libertad de cátedra a un profesor que debería marcar sus objetivos según la corriente metodológica en la que se ha licenciado y redactar sus propios textos tras un diagnóstico del grupo. El mismo libro de texto no sirve para los mismos alumnos ni para los mismos cursos porque la procedencia social, el nivel económico y los intereses del grupo cambian constantemente.

   El uso del libro contradice las claves pedagógicas de una reforma educativa que defiende, desde hace más de una década, la flexibilidad y la metodología abierta. Mientras la ley apoya la continua renovación de los materiales pedagógicos así como la puesta en práctica de formas de enseñar más participativas y pragmáticas, el libro de texto es rígido y unidireccional. Los alumnos de ESO tienen una media de once asignaturas. Si añadimos a toda esa optatividad monstruosa, la metodología memorística y monótona que significa el libro de texto, tenemos un fracaso educativo asegurado como reflejan datos internacionales. Eso, sí. El negocio es redondo.

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