martes, 14 de octubre de 2014

Sexo y libros

La ex actriz porno Sasha Grey escribe La sociedad Juliette



  La jugada siempre sale bien. Son muchas las actrices porno que, como Lisa Ann o Jenna Jameson, publican memorias y relatos, contribuyendo así a consagrar su leyenda particular de divas del onanismo. Grijabo publicó en 2013 la novela de Sasha Grey, La sociedad Juliette, con el fin de crear un aura de malditismo intelectual en esta ex-actriz porno que ha comenzado a hacer también sus pinitos en el cine independiente.

  La novela es destacable por su lenguaje aparentemente novedoso, rompiendo con las noñeces sentimentaloides de las 50 sombras cuando explica, con una estructura caótica y espontánea, que el porno es una forma de sublimar experiencias ordinarias que nos defraudan y nos someten. No creo que la novela haya sido escrita por la actriz, pues hay momentos brillantes en algunos párrafos que requieren mucho adiestramiento literario, pero sí es creíble que Sasha Grey haya aportado mucho a  la  visión poliédrica del sexo que domina el relato, pues el hardcore, el sadismo y la sumisión en las relaciones convencionales dominan el relato.

  La protagonista y su compañera Anna son atraídas hacia una logia que busca en la promiscuidad, en la tortura y en determinadas parafilias un lenguaje de hermanamiento. La novela destaca por su tributo continuo al cine de la contracultura como El último tango en París, de Bernardo Bertolucci, o Repulsión, de Roman Polanski. El argumento refleja, además, la herencia dionisiaca de Eyes wide shut, de Stanley Kubrick, o del cine de Tinto Brass. Sasha Grey se detiene en minuciosas descripciones a propósito de la erótica de los cuerpos que convierten el acto sexual en un lenguaje inefable. Pero ni siquiera lo instintivo es capaz de convertirse en ese reducto de privacidad necesario en un mundo de alienación, propaganda y mala, muy mala literatura.

  La novela, sin ser una gran obra, rompe con los moldes edulcorados y sin malicia por los que apuestan actualmente muchas editoriales. El problema es que la novela de Sasha no se aleja de ese culto machista que profesa la propia mujer occidental para complacer al hombre. La experiencia de la actriz se queda en la diversidad de posturas y de formas para invocar el placer, pero, en ningún momento, asistimos a una visión feminista y rupturista con los prejuicios culturales en torno a la mujer como mujer sumisa y reposo del guerrero. Pero, bueno, por algo se empieza, Sasha.

 "El ogro tiene la boca completamente abierta,  como si gritara o se riera, no sabría decirlo. O quizá simplemente se esté riendo a gritos por algún chiste que sólo el entiende. El ogro me mira, se ríe de mí, como si hubiese reconocido a alguien que no perteneciese a este lugar.(...) Vacilo entre la ansiedad y la determinación; ojalá Anna estuviera aquí. Pienso: ¿Qué haría Anna? Pero ya conozco la respuesta. Nada de esto la perturbaría. Saltaría adentro alegremente, porque para ella cada experiencia es una nueva aventura, un nuevo desafío, una nueva frontera que cruzar. El sexo murmurante me habla. Dice. "Entra". así que lo hago" (págs. 268-269).

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