domingo, 31 de agosto de 2014

Kevin y mi prima

A Inmaculada Perán y Toñi Ponce.

  Tenemos que hablar de Kevin, prima. Necesito que me expliques la causa de ese parche que llevas en tu ojo izquierdo. La pelota va y viene del comedor hasta la cocina. Hay flechas sobre la encimera y un machete sobre las tablas. No dejes que la poesía de su verbo te envilezca. La seducción siempre es violenta y los perros que se arriman a mí. Mi tatuaje es una horca y ese niño que se esconde tras la puerta es bicéfalo como estos senderos que se bifurcan ante ti.

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Dame tu mano

  Dame tu mano y deja que mis perros jueguen con ella. Alguien cuelga de esa higuera. La quijada ha sido enterrada por los niños. La cuerda se estira y somos más libres. No temas el ritmo de nuestra canción favorita. Estamos perdidos y somos más libres. Bebe de mi sangre y espera a que ese cuchillo te elija.

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Recuérdame que te levante

  Recuérdame que te levante la cabeza cuando la hundas en el charco. Las carpas venerarán tu rostro. Te nombrarán Isis. Cae la tarde sobre las terrazas y los dedos de ceniza se disuelven en el aire. No temo que me mires y que interpretes como violenta esta actitud. Los consejos de Mr. Smith me han venido bien para enfrentarme a ti y para limpiar las cucharas de plata.

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jueves, 28 de agosto de 2014

Mi amiga, Amy Anderssen

   Búscame entre los escombros, Amy. No te arrodilles ante el tótem. Lucha contra la tormenta y suelta lastre. Las nubes avanzan y los edificios demolidos son barridos por un amanecer increíble. Respiras con dificultad entre tanto polvo. Hoy he pensado regalarte un vestido blanco. Perdóname por besarte tanto. Plumas salen de mi boca. Deja que el agua nos arrastre hasta los nidos de dinosaurios, querida, Anderssen.

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miércoles, 27 de agosto de 2014

Por ti, Nikki Benz

  Quiero ser los tacones de aguja de Nikki Benz. Me encantaría leerle poemas de Rimbaud al amanecer cuando el crepúsculo se enciende y su cuerpo deslumbra a los pájaros que pululan entre los lodos y la brasa. Me tiraré al Thámesis si no me besa. Pero todo es esquivo y debo aceptar que la realidad es tan miserable como esos chicos de Beverly Hills con los que sales. Pero cada vez que leo a Homero y aparece el nombre de Helena, te imagino a ti, Nikki, Nikki Benz, enrollándome como una serpiente que huye del fuego.

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Soy el ciervo

  No soy el muerto viviente que guardas en el armario de la cocina ni esa caja con cucarachas anestesiadas. No. Soy el ciervo que busca las corrientes de agua. La aniquilación en persona y en árbol. No dejes que los nudos te presionen, ni que, sobre tus hombros, vuelen esos albatros que se lanzan luego contra los coches. Es invierno y eres tan hermosa.

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Me has vendido

  Me has vendido por una lámina de acero. Mi boca se muere por la tuya y nuestros pasos avanzan hacia el precipicio. Los árboles han sido pasto de las llamas y, en nuestro mutuo desquiciamiento, has probado la fuerza de la savia y todo ha sido más ligero. Hasta el vuelo del Fénix te ha parecido benévolo. No me desates y sigue mordiendo.

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martes, 26 de agosto de 2014

Vítreas venas

  Aspiras el humo del sándalo. Todo es terrible a tu alrededor. Aún no has llenado la bañera y la sangre se derrama por mi boca, sangre que sigue a la corriente de tu sangre. Piedra que has de morder mañana para que los pingüinos sigan rezando en el tempo. Vítreas venas ascienden por mi cuerpo. Soy la estalactita y tú eres el margen del desquiciamiento.

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Eczema parlante

  Eras tan romántica como aquel piano de cola. Eliane me besaba a escondidas y tus celos eran tan tremendos como el tiranosaurio de luz. Los pulpos sobre la encimera agonizaban y tus párpados eran las mariposas turbias del amanecer. No puedo escribir más metáforas absurdas y el crecepelo que dejaste en el desván ha despertado y ahora se dirige hacia nosotros, pero tú sigues tan tranquila, sedada por tu propio reflejo en el espejo. No dejes de pintarte. Luego no asesines a Eliane ni a su eczema parlante.

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Heridas en las pezuñas.

  Me gustabas con ese corte de pelo. Cuando me servías el café en Diary Lowry, yo ponía los intestinos sobre la mesa. El acero cruzaba el aire y las sogas colgaban de las lámparas. Era todo muy romántico y, cuando te apartabas, aparecían los rinocerontes blancos y yo, sorbiendo el mejunje, cerraba los ojos para recordar la fusta y las heridas en mis pezuñas.

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Marta y los árboles

   Te mueves como esa serpiente amarilla que dimos a luz no hace mucho tiempo. Descalzos pies cruzan la hierba húmeda para secuestrar nuestra mirada posesiva. No eres más que esa proyección invertebrada que las sombras envenenan. A ti, leyendo a Faulkner o descansando sobre mi pelvis. Aún me recuerdas a esos árboles grises que cayeron sobre el cuerpo de Marta.

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domingo, 24 de agosto de 2014

Guardas el humo

   Guardas el humo del cigarro que exhalaba mi boca en tu boca. Materia desprendida de la luz que alumbra cada cosa que tocas y persigues. Humo de la noche, símbolo de lo breve que es nuestra estancia y qué duro es que nuestras manos dejen de rozarse, de jugar con nuestra lengua.

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viernes, 22 de agosto de 2014

Palomas en suicidio

   Leíamos a Pessoa en el ático de Roland Dawn y las palomas caían en picado, en una alevosa forma de suicidio que nos cautivaba. Deteníamos nuestra lectura para verlas llover y Sara, que vestía de pantera, lloraba junto al bidon de alquitrán. Los versos de Pessoa no tenían ningún sentido cuando el diluvio de plumas blancas ensuciaba la ciudad y Sara, Sara pantera, nos escrutaba. Entonces yo le daba al botón y el televisor se apagaba.

Foto de David LaChapelle
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No me desates

   Me llenas la boca de aceite y las bicicletas se detienen en el sendero. No mires atrás mientras cae la última gota. Esos salvajes niños quieren comernos vivos. Cuando acabes, arroja la lata al pozo y verás que, con las ondas, esas imágenes se esfumarán y podremos seguir haciendo el amor. Por favor, no me desates.

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Yo no escucho a Miley Cyrus

   Mi madre me golpeó con la vasija de las cenizas. Las serpientes cayeron del cielo y, sobre mis pies, creció la flor amarga del ahorcado. Miley estaba detrás, con la bolsa de plástico en la cabeza. Susurraba. Luego vinieron los tres hombres azules con sus peluches y me arrastraron hasta la cripta. Los pingüinos terminarían la faena. Ella se quedó junto a mi madre mientras el polvo gris se elevaba hasta el sol.

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martes, 19 de agosto de 2014

Genial partícula

   Muerdes la raíz y sabe a azúcar. Tu cuerpo está empezando a oler. nadie te ha construido como esa genial partícula invisible de la que nacemos todos. Bebes el agua y te peinas delante del espejo. No eres una muchacha corriente. Tus ojos recuerdan las luciérnagas que ardieron en el bosque. Yo llevaba la lata de gasolina y tú te entretenías devorando termitas y urogallos. En casa, no dijiste nada sobre tu nueva dieta. Y Chihiro te esperaba sentada en nuestro sofá de piel de caimán.

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Zimut

 Devuélveme a ese espacio de las confusiones. Alimento allí al perro que nacerá del ciempiés. Soy la visión de la que huyes desesperadamente. Las águilas cruzan el aire y, en este cuarto, los enanos toman té con una Alicia boca abajo. Yo no lastimo a las sombras que huelen a azufre. No golpeo las puertas de este territorio que surge de mi memoria. Pulpos sobre los cuerpos. Mujeres con sus carricoches sortean las depresiones de Zimut.

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jueves, 14 de agosto de 2014

Carla y Candy/ Candy y Carla

 Sé que Candy juega con sus sonajeros y con su vecina Carla, indolente castigadora de peluches a los que amenaza e incendia. Sé que Candy golpea la pared porque está hasta los mismísimos de unas páginas que no entiende del Tractatus y de esa sonrisa pujolista que el mensajero esboza cada vez que la ve. Candy tiene la culpa de que eso suceda porque lleva unas mallas que quitan el hipo y, cuando habla, lo hace susurrando alguna metáfora de Neruda en mitad de una frase. Carla está celosa pero debería estarse quieta porque tiene suficientes antecedentes penales como para parar un tren. Dicen que la vieron con la cabeza de un antiguo novio bajo el brazo como ese cartel de Hostel 2 que tanto  gusta a Candy.

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viernes, 8 de agosto de 2014

Nueva York

  El mascarón. Mirad el mascarón cómo viene del África a New York. Giro la cabeza y descubro al hombre de pelo blanco que carga con sus intestinos en una bolsa de plático donde se anuncia una clínica de cirugía estética. En los coches, violadores de tumbas escriben canciones inspiradas en algunos versos de Allen Ginsberg. Tengo miedo de los obreros negrófagos y de que las jóvenes, con sus esplendentes sujetadores deportivos, recojan excrementos de perros suicidas. Era la reunión de los animales muertos traspasados por la luz. En las cocinas, las vendedoras de enjambres y peyotes caen rendidas y las arenas sepultan sus párpados incandescentes. No duerme nadie por el mundo. Nadie. Nadie. Los niños destetados cojean hasta los puertos donde incendian enormes pelícanos centenarios que se arrojan al mar de las langostas. El señor con una camisa de tulipanes estampados come con las manos fémures de hiena cerca de casa. En los temblos ya no hay muchachas que recen para que el amante de los armarios no olvide los cuentos de niños. Sus dedos rozan ahora las entrepiernas varadas en los prostíbulos ambulantes. Desquiciados empresarios juegan con sus móviles antes de ser atropellados por camiones de algas. La aurora de Nueva York gime por las escaleras. La luz es sepultada por cadenas y ruidos en impúdico reto de ciencia sin raíces. Los bebés mastican vinilo tras los escaparates. Un maniquí se ahorca bajo la sombra del tiranosaurio y las señoritas de Aviñón caminan tras el hedor del clamoroso árbol y los sapos recién aplastados por la mano que mece la cuna. Ojos despiertos. El conejo mira el reloj. Las importadas vísceras tienen vida propia. Regresan a las bolsas de plástico. En el aparcamiento, las niñeras caminan sobre el vidrio de los vasos. Aspiran la ceniza y el polvo lunar que desprenden las hogueras verdes. Nunca he conocido a la gorda que va delante de la muchedumbre y que deja cráneos de paloma por las esquinas. Que alguien me regrese. Lorca se baña en la danza curva del agua en la orilla.  

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jueves, 7 de agosto de 2014

Flores celestes

 No mataré a esas gallinas. Solamente quieres que, en mi cabeza, habiten las peores imágenes. Me has vencido en la cama y, al alba, vinieron esos muertos que tanto añórabamos. Algunos que no reconocimos nos dieron su rostro de ceniza y, de nuestras manos, la arena cayó hasta el vacío. En un armario, sigue ese cadáver que amas y decoras con flores celestes. ¿Por qué regalaste esta postal?

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miércoles, 6 de agosto de 2014

Craig Armstrong explora los límites del techno y del pop

Mi reseña en Mundiario sobre As if to nothing, de Craig Armstrong.


   Que grupos musicales como U2 o Massive attack se conviertan en emblemáticos y que algunas bandas sonoras como Moulin Rouge mejoren notablemente la calidad estética de la película, depende de talentos como el del músico escocés Craig Armstrong. Su osadía compositiva es trabajar en la creación de sonidos, ritmos y acompañamientos que exploren las posibilidades del pop-rock y del techno.

   David Bowie, Brian Eno y el propio Craig Amstron representan a esos músicos inconformistas que, bebiendo de diversas fuentes artísticas, añaden diferencias y matices determinantes a sus composiciones y a las de otros grupos que intentan desmarcarse de la ortodoxia del pop más comercial. Consiguen así que el efecto del género sea más duradero y de una mayor profundidad. As if to nothing es un ejemplo en el que Craig Amstrong elabora una serie de piezas que, sin alejarse en exceso de los esquemas reiterativos del pop, introduce atmósferas decadentes y nostálgicas, expresando un lirismo mucho más evocador. Sencillamente onírico.

   Juegos de voces que se cruzan, himnos, resonancias metálicas y baladas con una instrumentación orquestal que supera la mediocridad de los ritmos que se escuchan hoy en día gravitan en torno a este álbum del escocés. Armstrong no renuncia a esa influencia de la New Age que conoce bien al igual que muchos autores de su generación, reconociéndose, sin embargo, también en este disco la herencia de compositores como Shostakovich, Mahler o Prokófiev. As if to nothing es una una continuación menos simplista de aquel sugerente The space between us, de 1998. En los dos discos, Craig Armstrong cruza el umbral y sus temas parecen piezas de una banda sonora que nos sumerge en esos espacios urbanos que tenemos en la memoria como consecuencia del cine o de la literatura; la ciudad es esa distopía que está vinculada a las falacias de la percepción, al individualismo y a la necesidad de escapar de un laberinto de avenidas reales e imaginarias. Basta con escuchar Inhaler o Wake up in New York.

   As if to nothing se revela como una propuesta que fusiona lo melódico con estimulantes atmósferas, convirtiendo la música en un espacio de reflexión para buscar en nosotros mismos algún atisbo de esperanza cuando las cosas se tuercen. Música para desparecer por unos momentos y alejarnos de las rutinas impuestas. Vibraciones que nos llegan de algún lugar desconocido como sucede con otros artistas (Cliff Martínez o Clint Mansell) para recordar esos pensamientos que no podemos expresar con las palabras.
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Lenguaje poético y pensamiento filosófico

Mi artículo en Mundiario sobre la herencia de María Zambrano.


   Al acercarme a los ensayos de Viktor Frankl o a los de Elisabeth Kübler Ross para averiguar razones sobre la enfermedad y la muerte, uno parece rebelarse contra esa indefinición que muestran esas indagaciones. Necesitamos egoístamente que la vida sea meramente una transición y no una claudicación definitiva. En esa búsqueda incesante de interrogantes y delebles respuestas que cambian según nos adentramos en autores y experiencias, la voz de María Zambrano surge como una desafiante actitud ante lo efímero, cuando sus pensamientos filosóficos se funden en una literatura que eleva cualquiera de sus escritos a una poesía existencial que profundiza, entre la ficción y la experiencia, en esos temas de índole metafísica. La vida es siempre perdurable en la escritura, inalcanzable y hermosa al mismo tiempo como concepto a desentrañar.

   Porque no es importante la finalidad de la vida o esa burda resistencia a morir. Las palabras del regreso, publicado en Cátedra en 2009, recoge fragmentos de esa herencia intelectual que nos dejó Zambrano, donde lenguaje literario y ansia de vivir son la misma voluntad. No es fácil esa empresa en la que lo filosófico alcanza lo poético y lo literario se transforma en pedagogía sin caer en preceptos y sistemas conceptuales. Por desgracia, nuestro mundo se ha llenado de pseudofilósofos, falsos profetas y vendedores de ungüentos que, con frases enigmáticas y edulcoradas, parecen tener respuestas para todo.

   No es el caso de María Zambrano. Su exilio, su inconformismo y una extrema sensibilidad a lo que se percibe y se intenta conocer exhaustivamente convierten su literatura en un proyecto de vida para el que la escritura es compromiso y un pensamiento inexcusable, si queremos sobrevivir felizmente. Como explica Mercedes Gómez Blesa en su introducción a estos textos de Zambrano: “Ser hombre, por tanto, es una decisión de la voluntad, es una tarea ética que implica dar cuerpo a una finalidad que se manifiesta en forma de vocación o de destino, y que no puede ser suspendida, si no se quiere vivir en una total enajenación” (pág. 15). Si vocación y destino son la misma inclinación que nos mueve a vivir, se comprenderá que el pensamiento compone el universo, su belleza irrefrenable, con la que nos evadimos, asumiendo que su realidad es suficientemente enriquecedora para olvidar por momentos las supersticiones y los dioses.

   Así, lo refiere Zambrano, en uno de sus ensayos que versa sobre el verano: “La primavera aparece irrumpiendo como si no supiese que hiciera crecer la hierba y hasta hacerla audible, a poquito que crezca. Toda una combinación de sentidos se presenta, la eclosión de un reino que por momentos, a quien la vive y la siente, le hace temblar porque no sea de este mundo, y a ella misma, a la primavera, se la ve temer por lo más bello y codiciado de ella, la flor” (pág. 148). En esa participación del sujeto en la naturaleza que mueve todo, la escritura se fija como un lastre necesario para hacernos sentir las infinitas posibilidades de auscultar aquellas resonancias que el signo, la palabra, extrae con tanta dificultad de lo que nuestros sentidos aprehenden con nerviosismo y torpeza: “El libro no es sólo una colección de pensamientos, ni siquiera la forma privilegiada del pensar. Es un ser viviente, con todo, en los casos privilegiados, que implica al ser viviente. Se nota su presencia física, respira ante todo, irradia, tiene número, o está sometido al número, al peso y a la medida. (...) El libro está, pues, de pleno, en la physis. Sin él, algo faltaría en la creación. Una criatura nada menos. Y el libro es ante todo, buscado, saboreado, y despide un particular olor. (...) Una hoja de un árbol podía ser un libro, y en ocasiones lo es.” (pág. 185).

   La sencillez de su prosa se vincula a esa esencialidad de una filosofía en la que el concepto, la sustancia, predomina sobre las teorías y los accidentes. Su complejidad reside en esa capacidad de sintetizar y de declarar llanamente sus inquietudes, dejando que lo insondable, aquello que no han resuelto ni científicos, ni filósofos, quede a la luz de la poesía como, si en ese lenguaje insólito y simbólico, existiera alguna manera de enfocar las cuestiones que tanto nos llegan a herir: “El terror al pensamiento y el prejuicio contra la belleza que el propio pensamiento puede tener se aúnan, logrando sucesos tales como el que un texto que contenga un cierto descubrimiento filosófico expresado sin una forma lograda, como acontece con todo descubrimiento, sea considerado un espléndido escrito literario. Y así se da rienda suelta al doble maleficio que condena al pensamiento y a la belleza, pues que así se menosprecia aquel descubrimiento a medias logrado, impidiéndolo crecer, mientras que se confunde la belleza literaria con lo que puede ser estrechez de forma o también la ampulosidad de una ya usada retórica” (pág. 192). Regresar a las palabras de María Zambrano es involucrarse en un pensamiento literario que no descarta los motivos existenciales que mueven a escribir al filósofo. Sin embargo, la escritura y su forma no dejan de ser ese “mostrarse a sí mismo” para ofrecerlo a los demás como un corazón en llamas.
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Muertos vivientes, canibalismo y sexo

Mi reseña en Mundiario sobre el cómic Night of the living dead.


   Recuperando ese caldo de vísceras y sangre que supuso toda una saga de películas americanas de los ochenta, el director de cine George A. Romero nos presenta una atractiva colección de cómics titulada de Night of Living Dead, editados por Glénat. Esta serie de historias gráficas no solo rinde tributo a sus emblemáticas películas de muertos vivientes, sino también a esa preferencia por el canibalismo y la antropofagia que directores como Tob Hooper o Friz Kiersch convirtieron en una estética genuina que ha marcado a varias generaciones de adolescentes. Lo que es llamativo en estas historias es que la violencia de los conflictos entre los vivos destaca sobre ese escenario de sonámbulos carnívoros que carecen de conciencia a diferencia de campesinos, cazadores y jóvenes hippies que están animados por el rencor, la ira y la venganza.

   Por tanto, los guiones de John Russo y Mike Wolfer se caracterizan por esa dinámica atractiva que hemos comprobado en películas como La matanza de Texas o Desvío hacia el infierno donde encantadores jóvenes, entregados al sexo fácil, eran asesinados por una comunidad endogámica de seres monstruosos, cuya conducta alimenticia se había adaptado a la necrofagia. En este punto, debo citar esa fantástica película de John Boorman, Deliverance. Protagonizada por Burt Reynolds y John Voight, la cinta nos relata la persecución de cuatro ingenuos empresarios que han decidido hacer piragüismo en un remoto río al norte de Georgia. Los nativos locales, una comunidad familiar de asesinos en serie, no cesarán hasta darles caza. Por cierto, esta película de Boorman también ha influido en muchos guiones de Punisher y Nick Furia. Y nada de ese argumentario escapa a estos trabajos de John Russo y Mike Wolfer, pues el componente cinematográfico de estas paranoicos hostigamientos sigue siendo la gallina de los huevos de oro tanto para cómics como para las nuevas road movies de serie B que están saliendo.

   En el caso de estas novelas gráficas, se vuelve a esa disciplina argumentativa sin escatimar en alusiones al porno, a la violencia y a una perturbadora necesidad de exhibir esas conductas homicidas bajo el influjo de espacios desérticos o manglares inaccesibles. El dibujo figurativo de Thomas Aira es minucioso en la descripción de los despiadados crímenes y está dotado de un lenguaje nada sutil, en el que erotismo y lo gore se dan la mano para que el lector no quite ojo. Night of the living dead insiste en ese voyeurismo en el que se han recreado últimamente películas como Hostel, Saw o las nuevas versiones de Las colinas tienen ojos. La tesis es la misma: el asesinato se muestra como un ejercicio feroz, bestial y rotundo, sin dejar de ser terriblemente creativo. La convivencia es un ejercicio de promiscuidad entre amantes espléndidos, pero con un pasado turbador.

   Lo que sigue motivando estas experiencias narrativas es esa reflexión acerca de la condición humana. Detrás de lo anecdótico, del entretenimiento, se exhibe ese innegable sadismo sexual que subyace en algunos perfiles psicológicos, esa inclinación a matar por placer. El psicokiller, mucho más peligroso que el zombi, persiste en nuestro inconsciente colectivo como el lobo de Hobbes. Hombres vendrán que buenos harán a los zombis.
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Calvin Harris ha contaminado todos los géneros

Mi artículo en Mundiario sobre la música electrónica.


   Música para baile de bodas. Música para festival de verano. Música para el aerobic. Música para terraza ibicenca. Las creaciones de Calvin Harris han conseguido el don de la ubicuidad y su distanciamiento del techno más purista ha hecho que sus temas híbridos popularicen cada vez más un tipo de música de baile que no se atiene a ningún genero en concreto.

   El acierto de este creador es que algunos temas de gran talento como Sweet Nothing o Let´s Go responden a una inteligente mezcla de pop-rock con un techno elemental y reiterativo que logra esa melodía pegadiza con la que puedes hacer footing o ponerte a dormir la siesta. No es fácil llegar a esa universalidad de estímulos, pero es cierto que, si bien ha conseguido un récord de ventas y descargas inusitado, su música carece de una personalidad genuina y marginal que identifica a otros autores poco conocidos, pero de un talento prodigioso, tanto en el mundo del dance como en el del hip-hop.

   Quizá, el problema no es Calvin Harris, sino todos aquellos discípulos que imitan el mismo molde de producción. Así, la diversidad de géneros y estilos se transforma en un lenguaje homogéneo donde todo lo que se crea, con tal de venderse, ha de pasar por ese tamiz de techno y dance edulcorado, afín a las dinámicas creativas de la New-Age o del chill-out, dejando atrás propuestas muy interesantes dentro de la música electrónica que se está bailando en Europa desde hace varios años. Sin duda, Shed y los precoces Scots Calum McLeod o Liam Robertson son una muestra.

   Música para el móvil. Música para anuncios. Música para el coche. Reconociendo la maestría de Harris para acercar la música electrónica a un público más diverso, me temo que la idea ha contaminado las diferencias de muchos géneros. Así que la propia Madonna, Lady Gaga o Ellie Goulding parecen cortadas con el mismo patrón en sus últimos trabajos. David Guetta no le va a la zaga. Como dice uno de mis alumnos, esta música vende, además, tópicos inspirados en el machismo y en el postureo, es decir, coches, mujeres y fiesta. Nada nuevo bajo el sol, pero su efectismo y su marketing están solapando otros talentos. Sin duda, aquí la Sony es la que manda.
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Lionel Shriver y el humor inteligente

Mi reseña en Mundiario sobre El mundo después del cumpleaños, de Lionel Shriver.

Fotograma de Las amargas lágrimas de Petra von Kant de Rainer W. Fassbinder

A Asun, por darme a conocer Tenemos que hablar de Kevin

   Publicada en Anagrama, El mundo después del cumpleaños expresa la complejidad de unas relaciones humanas abocadas al desengaño cuando la irracionalidad de los sentimientos arrasa con todo compromiso. Una crítica severa a la pasividad de la clase media que encuentra en la traición y en la promiscuidad una clase de pasatiempo para hacer más estimulante la existencia. Guerra de parejas, crítica política, alcohol y el juego del snooker como metáfora del destino son tópicos que, de la maestría de Shriver, generan una red de interconexiones entre personajes que nada tienen que perder, acostumbrados a una rutina que los va consumiendo lentamente. El amor sincero y la amistad inquebrantable son motivaciones pasajeras.

   Irina y Lawrence son una pareja que queda todos los años a cenar con unos amigos, Jude y Ramsey, con el fin de celebrar el cumpleaños de este último, un estupendo y afamado jugador de snooker que siempre pierde las finales de los campeonatos nacionales. Irina le es infiel una noche a Lawrence con Ramsey, quien parece estar perdidamente enamorado de Irina. A partir de ese momento, las vidas de las parejas se truncan y un nuevo juego de posiciones se activa en el desarrollo argumentativo.

   Sin embargo, la añoranza de esa vida tranquila al lado de Lawrence para hacer mella en la psiqué de Irina. Los excesos de Ramsey condicionan la biografía de su nueva pareja, cuya existencia, a partir de la última fiesta del cumpleaños, desemboca en un crisol de sentimientos hasta ahora desconocidos para ella.

   Lo que destaco de la escritura de Shriver es esa extensa biografía que detalla para cada personaje al introducir un atractivo mosaico de estímulos, preferencias intelectuales y problemas cotidianos que la autora americana crea en otras novelas-río como Big Brother o Todo esto para qué. Para la composición de estas apasionantes biografías, recurre Shriver a la ironía en unos diálogos inteligentes, matizados por una sensación de derrota continua cuando los personajes deben adaptarse a un destino imprevisible que con demasiada frecuencia acerca y distancia a este cuarteto. El intelectualismo de Lawrence y el humor escabroso de Ramsey ponen en crisis las costumbres sociales y los valores morales de una clase media londinense que se mueve por intereses crematísticos y por su desapego a la responsabilidad. Negar la madurez es un tema que socava los cimientos de unos seres que, nada seguros de sí mismos, simulan una felicidad en verdad inexistente.

   Con El mundo después del cumpleaños, Lionel Shriver expone que la frivolidad y el fingimiento son a veces preferibles antes que mostrar cara a cara nuestra podredumbre, también nuestras apasionantes virtudes como seres sensibles. Shriver vuelve a profundizar en la necesidad del ensoñamiento y de la improvisación para mantenerse a flote cuando las obligaciones morales y los deberes dentro de la pareja parecen estar envenenando el alma de Irina.

   "Desnudo, Ramsey cruzaba la habitación del hotel dando zancadas como una criatura en su entorno natural, y no más obligado a vestirse que un ciervo en el bosque. Ese aroma a azúcar quemado era cautivador, y a veces Irina se acurrucaba para olisquearle a conciencia la base del cuello como si oliera un horno caliente y abierto. Objetivamente, Ramsey Acton no era el hombre más guapo del universo. Ya empezaban a salirle canas; su cara podía pasar fácilmente de una edad a otra, pero una de sus modalidades era la de un hombre agobiado por las preocupaciones. Cierto, era una de esas personas irritantes que podía comer y beber todo lo que se le antojaba y no engordar nunca ni un gramo, y que conservaba los músculos firmes de un atleta sin hacer jamás un solo abdominal" (pág- 317).
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lunes, 4 de agosto de 2014

Gremio DC, Juanma y Nueva York

 No era el mejor estudiante del instituto, pero se entregó a la música hace mucho tiempo. Conociendo el talento que ha ido mostrando en sus discos, Juanma y Gremio DC son ahora mismo un referente de la música pop, pues Vista Futura es un trabajo maduro, con rigor y melodías pegadizas que nos recuerda a los mejores en el género. Escribí sobre ese disco hace más de un año para varios medios y todavía lo escucho en el coche. 

  Con motivo de sus compromisos en Estados Unidos, el reportaje fotográfico que he seguido en facebook sobre entrevistas, grabaciones y presentaciones que Juanma y Gremio DC han realizado hace unos días por aquellos lares, demuestra la ilusionante experiencia que la creación, con mejores o peores logros, introduce en nuestras vidas. No podemos vivir sin ese narcótico que nos permite seguir asombrándonos con lo que hacemos, con lo que vivimos cada uno de nuestros miserables días. Un abrazo, Juanma.

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domingo, 3 de agosto de 2014

Experiencias con Banana Yoshimoto

 He vuelto a encontrarme con la novela en la estantería del fondo. Y he querido recordar ese lenguaje sobrio, con algunos destellos líricos, con el que Banana Yoshimoto describe la soledad en su novela Kitchen. Una historia sencilla sobre la amistad y el amor, siendo la ciudad con su compleja red de estímulos, ese lugar en el que todo sucede sin que sea visible. El enamoramiento, la decepción, la muerte de los ancestros, los guisos, el sueño, por ejemplo, son experiencias increíbles que transcurren no solo en nuestras vidas, sino en esas gentes que caminan y a veces nos miran con una enfermiza indiferencia. 

  "Mientras la telefonista del hotel me pasaba la comunicación, pensé: "La inseguridad que he sentido hacia él desde que me llamó para decirme que Eriko había muerto tiene un nombre: "teléfono". Y es que, desde entonces, aunque Yuichi estuviera ante mí, sentía que estaba en otro lugar, en un mundo al otro lado del teléfono. y su mundo era parecido al fondo del mar, más azul, que en el que vivía yo". (pág. 122) (Colección MaxiTusquets, 20013).

Melón francés, de Golucho
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Pesadillas de carnicero

 Son las pesadillas del canicero. Una enfermedad que me está poseyendo poco a poco y donde los cuchillos son más interesantes que la enjundia de la carne y cualquier amor petrarquesco. Penetras en mi aire y tus brazos se abalanzan sobre mi cola de reptil. Es una osadía compositiva que yo te sirva té antes de afilar la navaja y la sierra de pelo. Mi vida no es la tuya.  Y aún podemos celebrar mi cumpleaños antes de la ejecución.

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Raquel y la boda de zombis

  Tienes miedo a que siga escribiendo sobre esa boda de zombis, que podía ser la nuestra. Tus manos varicosas desmenuzan esos productos lácteos que el supermercado tenía en oferta. Las luces de la esquina parpadean y tú te pareces tanto a Raquel, y esa fragancia de tu pelo es tan artificial, sin embargo, que me dan ganas de vomitar y de retomar la insoportable lectura de algún Pynchon. La gravedad nos ha unido y lamento que me recuerdes a otra mujer que escribe para mí hermosos cuentos de ciervos y de casitas de sacarina. Por cierto, mañana tenemos un entierro.

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sábado, 2 de agosto de 2014

Poema III. Luz de los escombros

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Las Bratz:

muñecas chonis y poligoneras para las mocosas de clase media


Mi artículo en Mundiario sobre el imperio de las Bratz.


   No sé si fue primero Pamela Anderson o las Bratz, pero mientras el laicismo de la modernidad promueve sus discursos de la igualdad y la tolerancia, la MGA vende a tutiplén unas muñecas de diez pulgadas, con cuerpo anoréxico y facciones botulínicas. Barnizadas como puertas y unos labios que nos recuerdan a la Jolie después de comer wasabi, las Bratz son un imperio y han entrado en todas las casas (como si de Chucky se tratara) para llevarse el corazón ingenuo de nuestras hijas.

  La adolescencia ya no tiene otra virtud que parecerse a esa Bratz que integra maravillosamente todas las aspiraciones de esos cirujanos plásticos que viven en Beverly Hills y se hormonan los genitales y el abdomen para conquistar a las hijas de los vecinos. Las Bratz son la consagración de un fenotipo que mutila la inocencia de la comba y del escondite, pues ahora el reto para muchas niñas es la conquista de esa choni sofisticada (válgame Dios, qué oxímoron me ha salido) que triunfará como tronista o con el edredoning en Gran Hermano.

   Mientras padres y madres se gastan los cuartos en buenos colegios de paga, en la quinta planta de El Corte Inglés escampan las Bratz con sus ojos felinos y su cintura de avispa para que las niñas vayan aprendiendo que el éxito social pasa por la extirpación de las costillas flotantes. Carten Bryant es un genio porque ha hecho que la poligonera con plataformas sea una cosa fina, una muñeca aparentemente inocente donde se esconde lo peor de esa mujer florero que se resiste a trabajar por vergüenza y porque las uñas de porcelana no soportan el agua fría. Un lujo para los países occidentales, tan luteranos y socialistas al mismo tiempo.

   Las Bratz son ese muñeco vudú que se adueña del alma de toda niña pija que espera con ansia entrar en Gandía Shore. El aleteo de sus pestañas postizas provoca un implante de silicona al otro lado del mundo. Es una plaga y ya no hay remedio. Hoy he visto a unas cuantas de esas Bratzs, sentadas en esas heladerías de diseño cool que crecen como setas, con purpurina en sus gomosos labios, apostando a que el próximo bolso de Jimmy Choo no tendrá brillos. Un mundo feliz. Valeria y Olga ya lo han conseguido. Enhorabuena.
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Columnas de cieno cerca de Manhattan

  No eran eternos esos días de penitencia en los que escuchábamos a B. B. King. La luz fluía entre nuestros dedos y cada libro que conservabas sobre la mesa era un regalo de ella. Pero a mí me tenías porque el miedo a que dejara de escucharte podría conducirte a hacer alguna tontería. Me mentías sobre esa escritura que, sin parecerse a la de John Dos Passos, reunía muchos de sus elementos. Los puertos, el malditismo y esa fragancia a alcohol y salitre lo impregnaban todo. Me besabas la espalda según pasaba las páginas y la voz de B.B. King se perdía entre las columnas de cieno que tanto prosperaban cerca de Manhattan.

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Cuervos electrónicos que sueñan con zombis

  Nunca quise que te comieran esos cuervos que anunciaba el supermercado. No hubo remedio antes de vomitar sobre la sierpe. Quería que fueses la mujer ideal, una dona angelicata que me llevara de excursión en un sencillo Nissan. Pero la vida es dura y aquella caída en la loma te rompió en mil pedazos. Y las alimañas casi me devoran cuando quise soldar las piezas de tu cuerpo inmemorial. El crepúsculo se vino abajo y, en la oscuridad, los cuervos electrónicos te devoraron poco a poco. No pude dispararles porque encontré mucho placer en aquella escena. Encendí un fuego y luego oriné sobre las piedras. Tu cuerpo era hermosamente aniquilado como la última luz que me dio cobijo.

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No visites al dentista de la Calle 42

 No visites al dentista de la Calle 42. Te inyectará morfina y dejará que el silencio y la pesadilla te sodomicen. Luego, cuando aborrezcas el cuerpo de ese hombre con el que soñarás inexorablemente, querrás que las cuerdas vuelvan a tus juegos con los menhires de plástico. No vuelvas a pedirle ese empaste que tanto placer te produce, pues se arrimará a su banco de iglesia y comenzará a lanzarte bolas de papel. Entretenida en tu delirio, se excitará con el sudor y a él volverán esos poemas de Ted Hugues sobre un oso y una nutria.

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Compra el pan antes de llegar a comisaría

  A solas con tu sombra en ese bar de carretera. Nunca habías visto a un jugador manco delante de la bola roja. No quieres ver la lluvia de sapos que está cayendo sobre Baltimore. Quires volver a leer a Poe y, después, entregarte a las autoridades. Cruza los dedos y reza para que ese jugador manco no te diga cosas bonitas. Una bala romperá la estabilidad de neutrinos que ahora existe en esa atmósfera que habitas con otros elementos inertes. Compra el pan antes de llegar a comisaría.

Fotografía de William Eggleston
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Si me matas lentamente

   Si me matas lentamente, recuerda que la ropa sigue en la cuerda. Una vez que me dejes sobre las losas amarillas reticulares, lava la jaula del periquito y échale de comer al gato. No cocines esa pasta vegetal que compré porque estaba de oferta. Es intragable. Conocí a un hombre que se alimentó solamente de calamares durante tres semanas. Perdió nueve kilos. Conmigo, si me matas, se irán muchos secretos. Como que, en el fondo de esos paquetes de galletas Rimbón, encontré el dedo de un anciano. Besos.

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viernes, 1 de agosto de 2014

Testimonio de vida en La escafandra y la mariposa, de Jean-Dominique Bauby

Mi reseña en Mundiario sobre el libro La escafandra y la mariposa, de Jean-Dominique Bauby.

Fotografía de William Eggleston

   No son pocos los blogs que, a modo de diario, escriben enfermos crónicos, relatando el severo avance de sus patologías. He tenido la oportunidad de leer alguno y es sobrecogedor que la prosa, por muy torpe que sea, encuentre finalmente su forma de expresar la odiosa frustración que los afectados arrostran, recluidos en sus casas, viviendo un silencioso destierro al que no encuentran justificación.

  Vivimos en un mundo donde la muerte y la enfermedad apenas se consideran propias de lo humano, siendo la sensación de juventud eterna lo que prevalece por intereses puramente comerciales. Basta con detenerse en esos morbosos anuncios de cremas y aceites para la piel envejecida. A mis alumnos de Bachillerato recomiendo siempre la lectura de uno de los testimonios más esperanzadores que se han escrito sobre la resistencia a morir. El 8 de diciembre de 1995, el publicista Jean-Dominique Bauby sufre un accidente cardiovascular que paraliza todo su cuerpo. Tan solo puede abrir su ojo izquierdo para ver el mundo que ahora le rodea. Un universo pleno de matices, como si fuera Funes, el memorioso, en una aséptica habitación de hospital. El parpadeo de ese ojo le permite comunicarse y elegir qué letra del abecedario quiere que su enfermera escriba para acabar un libro sobre las reflexiones y vivencias de ese cautiverio.

  Fragmentos de una prosa exquisita, plena de metáforas e imágenes de una inmensa belleza, construyen el mundo imaginado que simboliza el aleteo de una mariposa porque Bauby quiere despojarse de esa escafandra que no le permite regresar a su ociosa realidad. El recuerdo de sus amores de juventud, la relación con sus terapeutas, el último diálogo con su padre antes de sufrir la trombosis y las connotaciones de las imágenes que acompañan su duermevela construyen un espacio narrativo que va más allá de la propia existencia. Lo que existe no es más verosímil que lo que soñamos. Una lección moral sobre la necesidad de escribir acerca de aquello que nunca volverá a ser rozado por las yemas de sus dedos. Un paisaje desolador desde la cama de un hospital que es volatilizado cuando la mariposa agita sus alas y la imaginación sublima esa horrible realidad que lo está martirizando.

  Los incendios que asolan ese paisaje vital que aún le quedaba por habitar son los mismos que inflaman un espíritu de lucha por mantenerse a flote. Consciente de la brevedad de su existencia, no repara en el dolor, sino en ese misterio que la escritura ejerce sobre el ser humano con el fin de que no existan límites que frenen nuestra creatividad. Hemos de demostrarle a los dioses que fuimos creados para declarar que la belleza de todo cuanto nos rodea es una ilusión por la que merece la pena vivir. Es lo que me queda después de releer este legado.

  “Me alejo. Lenta pero inexorablemente. Al igual que en una travesía el marino ve desaparecer la costa donde ha soltado amarras, siento como mi pasado se difumina. Mi antigua vida pervive aún en mí, pero se reduce cada vez más a las cenizas del recuerdo.

  Desde que resido a bordo de mi escafandra, he realizado sin embargo dos viajes relámpago a París, siempre en el ámbito hospitalario, para recabar las opiniones de eminencias del mundo médico. La primera vez me embargó la emoción cuando la ambulancia pasó casualmente por delante del edificio ultramoderno donde antaño ejercía mi culpable tarea de redactor jefe en un famoso semanario femenino. (...) La segunda vez que fui a París, cuatro meses después, me había vuelto casi indiferente. La calle lucía sus galas de julio, pero por lo que a mí respecta seguíamos en invierno y se trataba de un decorado filmado que me proyectaban tras las ventanillas de la ambulancia. En el cine lo llaman una transparencia: el coche del protagonista se abalanza por una carretera que en realidad discurre por una pared del estudio. Las películas de Hitchcock deben gran parte de su poesía al uso de ese procedimiento cuando todavía era imperfecto. (...) los árboles al asalto de las fachadas y un poco de algodón en el cielo azul. No faltaba nada excepto yo. Yo estaba en otra parte”. (págs. 96-99 en La escafrandra y la mariposa, Colección Booket, Barcelona, 2009).
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Los vigilantes de la playa, una serie de macizos y Bratzs en el recuerdo

Mi reseña en Mundiario sobre la serie de televisión Los vigilantes de la playa.


   Los bañadores rojos no han vuelto a ser iguales desde entonces. Si la película Tiburón, de Steven Spielberg, nos acojonó a la hora de meternos en la piscina de la urbanización, la serie de Baywatch nos lanzó a ella para que Pamela Anderson, cual sirena vestal que emerge de las aguas seminales, nos regresara. Los veranos ya no son lo mismo. Porque, detrás de esos culebrones sentimentales en los que andaban estos macizos y sus neumáticas colegas, prototipos de una futura Barbie stripper (todo se andará), estaba ese tributo al fitness, a Corporación Dermoestética y al Special K que, después de Jane Fonda, querían formar parte de la cultura americana como la casa de Elvis, los asesinos en serie y los transgénicos de McDonald.

   Las tramas detectivescas, henchidas de un sentimentalismo infantil, eran lo de menos. Lo que importaba de veras eran esas posturas erótico-festivas, (indecorosas, para mí, todo un victoriano), que insinuaban tantas prominencias, ignotas curvas y un elevado índice de masa corporal a cada lado del esternón. Y, aunque la gente de a pie renegaba de Hasselhoff y sus chicas, los índices de audiencia estaban ahí y Antena 3, como la muerte de Chanquete, repetía una y otra vez, por julio y agosto, cada episodio. O sea . Mientras, en la vida real, Pamela Anderson rompía con Tommy Lee y rodaba porno casero, las vírgenes vestales lucían palmito (por no decir otra cosa) en nuestros televisores catódicos, jugaban en la arena, fluyendo entre las olas, corriendo a cámara lenta, sin sudor, maquilladas y con una melena exultante. Eran la metáfora de Venus y todo en su cuerpo era hipérbole del mundo, demonio y carne. Era esa insinuante provocación lo que mantenía al adolescente pegado a la pantalla, aunque, al final, todo fuese puro y casto entre estos tronistas de Mujeres, Hombres y vicevera.

   A veces necesito estas fantasías cuando, la viciada realidad trae a los Pujol y a un jugador de balonmano a mis cavilaciones. Y me pongo de una mala leche. Yo que solamente persigo lo que me hace feliz. Como que me salve Pamela Anderson en esta playa de Torrevieja donde escribo, mientras las olas guardan la belleza insondable de su reflejo. Pero todo es mentira, finalmente. Todo es cirugía.
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Tutu, de Miles Davis:

sensualidad y malditismo en un genio de la música


Mi reseña en Mundiario sobre la música de Miles Davis.

Fotografía de Daido Moriyama

   Me comentó un profesor de música que Miles Davis había hecho de su torpeza con la trompeta una virtud inmensa y genuina. Yo no podía estar más de acuerdo. A lo que añadí que álbumes como Kind of Blue o Bitches Brew cambiaron mi vida. Aunque suene a tópico, Miles Davis consigue lo que solamente esos grandes artistas revelan con suma clarividencia; interpretar su música, su propia escritura, con aparente espontaneidad, reflexionando al mismo tiempo sobre las posibilidades de su sonido.

   Tutu es una de esas grabaciones que nos devuelve al Miles Davis más psicodélico, entregado a los visos modernos de una música hipnótica, cercana, en este caso, a la música de baile, lejos de ese jazz clasicista y turbador de In a silent way o de sus primeras manifestaciones al abrigo de Charlie Parker.

   Sin tener la hondura de sus discos emblemáticos, Tutu nos muestra que la música de Miles se adapta a toda clase de estilos y corrientes. Del clasicismo a la fusión. Con una necesidad constante de innovar y traspasar los límites de su propio instrumento. Esta ambición mahleriana es la que admiro tanto del artista. El sonido de su trompeta desafía cualquier moda y su maestría consigue que sus inconfundibles tonos destaquen por encima de cualquier textura.

   En este disco como en Bitches Brew, parece que el acompañamiento sobra porque la melodía, la ruptura de esa melodía y la prolongación del sonido metálico, a veces henchido de estridencia, es tan sencillo y puro que sobra cualquier revestimiento para que cale en lo más hondo. Porque Miles no es predecible y, cada vez que suena, lo que llega nos parece nuevo, parece que todo está por resolver. Su música mueve a nuestro espíritu con el fin de que descifremos lo que sus ecos y silencios proyectan.

   Tutu destaca por esa sensualidad imperecedera en cualquier grabación de Miles, por esa mezcla de tradición y nuevos estilos que, a veces con más desacierto que logros, ilustran un sonido increíble, autónomo, con defectos que son tan naturales e inéditos que ponen de relieve aún más la estética de su música, su constante innovación, una manera de ver el mundo que, a mí al menos, me sumerge en lo más provechoso de cualquier delirio: las imágenes que nos transportan lejos de esa basura que pisamos a la vuelta de cada esquina.


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En las orillas del Sar, de Rosalía de Castro:

desolación, muerte y eugenesia


Mi reseña en Mundiario sobre la poesía de Rosalía de Castro.

Fotografía de Philip Lorca diCorcia

  La madurez poética de Rosalía de Castro se define desde esa pureza de estilo que reconcilia sentimientos profundos acerca de la muerte con una concisa expresión de formas y conceptos que nos descubre ese paradójico hallazgo de la creación: la complejidad dentro de la sencillez. Lo que traducido en una metáfora shakesperiana inspira el universo dentro de la cáscara de nuez.

   En las orillas del Sar la autora descubre la amarga raíz de un dolor que es lastre a lo largo de la vida y la liberación de esa carga solamente se producirá tras la muerte. Como si morir fuese recuperar ese estado embrionario donde cada estímulo es síntoma de la dicha que nos aguarda tras los umbrales. La muerte como un horizonte de liberación está presente en cada uno de los versos de este poemario que he retomado con el interés de aproximarme nuevamente a ese esplendor crepuscular donde la poesía parece formular respuestas en forma de interrogantes: “No lejos, en soto profundo de robles, en donde el silencio sus alas extiende,/ y da abrigo a los genios propicios,/ a nuestras viviendas y asilos campestres,/ siempre allí, cuando evoco mis sombras/, o las llamo, respóndeme y vienen” (pág.93).

   La vida es una mera transición de otra existencia que merece la iluminación de la palabra. La muerte, lejos de las creencias judeocristianas, es una involucración activa en la naturaleza, una conversación serena y apenas traducible entre el yo y las formas que componen el universo. Solamente la sustancia de los nombres, la fragmentación de poemas como composiciones conscientemente inacabadas, el ritmo popular de las cancioncillas y estribillos consiguen sumergirnos en una desolada sensación de inutilidad cuando la vida no es lo vivido, sino lo observable, lo que la naturaleza nos deja en esas orillas que son el mundo a partir de ahora, el mundo después de la extinción de los recuerdos y de todo: “En cada fresco brote, en cada rosa erguida,/ cien gotas de rocío brillan al sol que nace;/ mas él ve que son lágrimas que derraman los tristes/ al fecundar la tierra con su preciosa sangre”(pág. 84).

   El panteísmo es la única defensa que solicita la poetisa para pertenecer a esa realidad intuible, pero inalcanzable, un paraíso terremal descrito a través de palabras sutiles y precisas. Porque la sustancia del mundo sobrevive en esa invocación despojada de adjetivos, de ataduras que tienen más que ver con nuestra rutina que con la esperanza de sobrevivir lejos de la luz que parpadea o “corre en la fronda a esconderse”. La muerte es la eugenesia, un regreso a los orígenes donde el ser humano, sin conciencia del sufrimiento, permanece junto a las apariencias de un orden natural visible y tan estimulante para la creación: “Un manso río, una vereda estrecha,/ un campo solitario y un pinar,/ y el viejo puente rústico y sencillo/ completando tan grata soledad” (pág. 77).

   Sin duda, después de estos años, En las orillas del Sar sigue siendo uno de los poemarios más insondables, de una pureza exquisita para los que osamos escribir poesía, una invitación a morir con tranquilidad, desafiando al propio dolor, a la nostalgia cuando lo que sobrevive tras la destrucción es la luz del paisaje. No necesitamos más que esa calma y permanecer, sencillamente permanecer. Nada más. Y nada menos.

  Los versos citados pertenecen a la cuarta edición de Xesús Alonso Montero en Cátedra. Letras Hispánicas, de 1997.
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Mutations, de Beck

Un disco de vanguardia que rinde tributo al country


Mi reseña en Mundiario sobre un artista tan complejo y versátil como Beck.


   Lejos de la ridícula vorágine mediática de "Así soy yo", de Kiko Rivera, y de la música bisbalera de charamita y verbena de este verano, se me ocurre escribir sobre un disco de transición en la evolución de un artista tan complejo y versátil como Beck.

  Mutations refleja esa habilidad innovadora que el músico americano desarrolla en todos sus trabajos, sumando a su estilo pop, matices y diversas sensibilidades de otros estilos que han cautivado la educación musical del artista. En este disco de 1998, sin renunciar a la tradición del pop más sólido, Beck añade melodías y ritmos propios del country.

   Un acento telúrico y tradicional sugiere unas letras con un marcado tono surrealista en canciones como Cold Brains o Bottle of Blues. Si algo caracteriza la música de Beck, es esa capacidad camaleónica que introduce en cada de una de sus composiciones, llenas de lirismo, de fuerza brutal que, a veces se desata como en Diamond Bollocks y, en otras ocasiones, se contiene para profundizar en una hermosa balada de gran hondura sentimental como Nobvody´s Fault But My Own. Su hipnótica voz y ese sutil rescoldo de un grunge trasnochado persiste en este disco. La poesía de sus letras se acomoda a esas atmósferas disonantes que tanto caracterizan a la música de Beck, pero con la melancólica herencia de Nelson o Seeger.

   Un country que profundiza en oscuras canciones, lentas y marcadamente acústicas, que nos devuelven a esa autenticidad que, al margen de las modas, Beck presenta en este Mutations. La producción a cargo de Nigel Godrich, que también colabora con el famoso grupo Radiohead, parece haber influido en el resultado final de este disco que, después de tantos años, me permite creer en esa música pop dirigida a la inmensa minoría.


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La película Romper Stomper revela la irracionalidad del culto al nazismo

Mi reseña en Mundiario sobre este film escrito y dirigido por Geoffrey Wright.


   La película de 1992 Romper Stomper revela con crudeza las truculencias y atropellos que una comunidad neonazi de Melbourne ejecuta con tal de someter al resto de etnias. Sin un gran presupuesto, el trabajo de Wright nos muestra la violencia que se descubre detrás de un grupo de skinheads, cuyo comportamiento se mueve por un instinto de depredación continua, estimulado a su vez por un sentido paranoico que convierte a esta comunidad en una microsociedad endogámica que rechaza la inmigración vietnamita que acaba de llegar a la ciudad australiana a inaugurar sus negocios y restaurantes.

   La secuenciación de escenas y espacios es dinámica. Destaca especialmente (y de qué manera) la huida de los skinheads por callejones y suburbios cuando los vietnamitas deciden vengar las últimas palizas recibidas por Hando y sus acólitos. Aquí el trabajo de cámara y el montaje son soberbios, pues la espontaneidad de algunos planos y secuencias enfatiza la verosimilitud de este relato. Romper Stomper es una historia lineal que describe -sin paños calientes- la evolución autodestructiva de los diferentes personajes que integran esta banda hasta un final lleno de tensión y dramatismo a orillas del mar. Sin violencia gratuita, no se puede negar en Wright ese particular homenaje que, dentro del film, hace a La naranja mecánica, de Stanley Kubrick; no solo se comprueba en la acción violenta de los protagonistas, patéticos antihéroes en busca de su propia aniquilación, sino también en los encuadres y en esa visceralidad histriónica que los primeros planos describen en unas facciones desencajadas y envejecidas prematuramente.

   Sin duda, la fuerza de la proxémica y de esos rostros enajenados, esculpidos por la ira y el desconcierto, nos acercan desde el primer momento a la raíz del mal que encarna el neonazismo. Como si se tratase de un puñetazo en el estómago, el impacto de algunas imágenes es brutal y necesario para descubrirnos con un realismo feraz el sinsentido de los radicalismos y que la desigualdad social, la falta de afecto y el fracaso educativo pueden alimentar este tipo de conductas.
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