domingo, 20 de julio de 2014

Mujeres, hombres y viceversa

El chonismo frente a la dura realidad social


Mi artículo en Mundiario sobre MYHYV.


   Yo no soy ese chico de mandíbula cuadrada que se sienta en el trono de Mujeres, hombres y viceversa. Ni nunca lo seré. Ni tendré ese cuerpo de Ken, ni esos músculos inoculados. Qué envidia da verlos; a las doce de la mañana, oliendo ya a colonia. A mí me gusta Mujeres y Hombres porque al fin la televisión nos hace iguales a todos, a los niños de la privada y a los niños de la pública. Igualmente cutres. Los guionistas tienen que mirárselo. Hay culebrones en Primero de ESO más interesantes que los que aquí se narran, pero da gusto verlos, con sus horas de peluquería y sus aceites en esas facciones arias e inmaculadas.

   Y ellas, como vírgenes vestales, esperando a que el macho cabrío se decida. No puedo imaginar que unas chicas así, tan bien provistas y chonis, puedan estar meses sin conocer varón. Qué desperdicio. Yo, si estuviera así de buena, me encerraría en casa conmigo misma. Pero la tele es así, hace posible lo que es imposible y tenemos que creernos que a modelazos así les importa mucho el interior de cada persona. Un insulto a la genética porque, ante cuerpos de esa naturaleza, solamente nos queda alabar su orden celular y dejarse el platonismo entre cama y cama para tomar aliento.

   Lo mejor es esa audiencia que, como yo, está convencida de que tanta belleza en un plató es siempre mejor que esta inmundicia de realidad a la que nos enfrentamos cada día, deprimente y europeísta, donde si trabajas como un esclavo estás de suerte. En Mujeres, Hombres y viceversa, los chicos y chicas no tienen problemas ni preocupaciones, salvo el modelito de Mango y los presuntos cuernos que se llevan tronistas y pretendientas. Un lujo de vida donde no hay más allá que ser choni, brindar al cielo con un buen escote y aguantar lo suficiente en el programa para que te salga un Interviú o un Gran Hermano.

   Telecinco es así y me alegro. Porque la gente que conozco, la que deambula por las calles mirando al suelo, la que compra en la carnicería de la esquina y muchos estudiantes necesitan a estos jóvenes que muestran la aspiración máxima a la que todos querríamos llegar en el fondo: estar bueno. Frases como “lo importante está en el interior” han llenado nuestra vida de luteranos, de políticos y de cantantes como Bustamante. Y, ante ese horror, no nos queda otra que pedir presupuesto para una buena cirugía estética, para que, antes de que nos coman los gusanos, podamos hacer bolos en Pachá y ligar con todo lo que se menea. Yo quiero ser un chico de mandíbula cuadrada. Mejor, quiero ser Steisy.

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