domingo, 13 de julio de 2014

Cuando leíamos a Alejandra Pizarnik en la Costa de los Ahogados



   Era en la unánime noche cuando decidimos leer aquellos poemas y dejaste que las olas te arrastraran hasta el rincón más oscuro de tu delirio. El silencio de las lilas aleteaba en mi tragedia del viento en el corazón. Reservamos nuestras horas para la cúpula en mansas horas para leer a Pizarnik. Los lobos, acechando el fuego, esperaron a que nuestros huesos se inflamaran de amor y drama. Tus ojos eran la entrada a un templo y los míos, ese altar destinado al sacrificio más honroso. Yo quise que, devorados por las bestias, las palabras de Alejandra durasen más allá de nosotros y de los planetas colgantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: