lunes, 31 de marzo de 2014

Exito en el recital de Luz de los Escombros en la teteria Al-Andalus

Reseña en MinutoCero sobre el recital de Luz de los Escombros organizado por la tetería Al-Andalus, de Orihuela.

Fuente: MinutoCeto
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domingo, 30 de marzo de 2014

Sin lugar seguro, de José Luis Zerón:

poemas que trascienden la naturaleza


Mi reseña en Mundiario sobre el poemario de Jose Luis Zerón.

   Durante años he escrito varios textos sobre la poesía de José Luis Zerón. En este momento, tengo el compromiso moral de compañero y de discípulo para reflexionar sobre algunos puntos de su último poemario, Sin lugar seguro. Considero que sus dos libros anteriores (Ante el umbral y El vuelo en la jaula) son poemarios de una significación formal y de una profundidad temática incuestionables y no sé si superables.

   En este último, publicado por Germanía, no renuncia al símbolo ni tampoco a esa explícita forma de composición, pues el contenido se nutre de un oficio chamánico cuando el paisaje es cosa y utensilio para la escritura, purgación de continuos interrogantes que nos afligen con el paso de los años. Y no queda otro mundo que el del incierto avance de los procesos metamórficos que la naturaleza inexorablemente nos entrega y que prenden en las metáforas de su lenguaje personal, cada vez más. Cierto es que muchas reseñas de ese poemario han referido la importancia de la casa como un símbolo en torno a la nostalgia, a la pérdida de la infancia, como un símbolo elegiaco que sucumbe con los desaciertos del presente y desde donde los poemas surgen como resarcimiento de ese tiempo perdido.

   En la poesía de José Luis Zerón, sin embargo, hay varias constantes implícitas que describen la madurez de una voz que sigue indagando en la incertidumbre de aquello que no se explica con la racionalidad del lenguaje. Por tanto, no se puede explicar su escritura con esquemas tan simplistas. Sin lugar seguro se escribe desde el convencimiento de que el símbolo es la expresión de una identidad única, consagrada a la búsqueda, dentro de una sociedad que prefiere la apariencia y el fingimiento a la sobrecogedora realidad.

   Por esa razón, cada poema tiene una estructura salmódica que recupera la intensidad de la palabra como escrutadora del más allá de lo que observamos y recordamos. Muchos amigos y críticos han escrito sobre Sin lugar seguro a partir de su estructura y su temática. Sé que José Luis Zerón ha escrito un poemario maduro, denso y escrupuloso, pero este poemario es una huida, porque nuestro creador estaba aproximándose en Ante el umbral a unos terrenos místicos, donde se reflexionaba sobre el propio lenguaje para sugerir, y esa tentativa, atrayente e hipnótica, no existe en Sin lugar seguro, aunque persiste lo simbólico, la sugerencia, pero la realidad es tangible, material, terrosa, dominada por el adjetivo, por el accidente, lejos de ese tratamiento profundo sobre el origen de la poesía, de la palabra como transfiguradora de una realidad que engañosamente percibimos. 

   No obstante, el poemario conserva esa puridad que caracteriza a la poesía de Zerón: los paisajes nocturnos, las fragancias, lo telúrico, la destrucción dentro de la fluencia de la vida, lo embrionario. Esa puridad está y es brillante, hasta el punto de convertirse en impronta, solo asumible desde el celo de su escritura, inimitable, y que nos interroga a solas: “¿Se puede escoger entre la palabra/ aún no dicha y el lenguaje del subsuelo?/ Dondequiera que vayas iré yo,/ lumbre que hurgas con paciencia de cirujano/ en la niebla que enturbia y seca./ Seguiré la ruta que trazas contra la ruina del paisaje/ y se la mostraré a mi descendencia”.
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Nueva entrevista a Francisco Narla

Entrevista a Francisco Narla, autor de Ronin:


“La documentación sirve para adornar el relato de modo coherente, pero nunca puede anteponerse al deseo de entretener”


Fuente: Milinviernos
   Tras la publicación de Ronin, Francisco Narla se ha afianzado en uno de los novelistas que mejor profundiza en el misterio de la aventura. Como revelación de un mundo perdido para siempre, la aventura es clave en la escritura del autor gallego. Lo que descubrimos en su narrativa es, además, un intuitivo cuidado de la expresión que aleja las obras de Narla de una novela histórica prototípica, sino que el ritmo interior que subyace en los capítulos tiene la intención de construir una epopeya donde el valor de lo heroico es ejemplar, moralmente ejemplar. Los espacios y las acciones nos descubren un mundo aparentemente real, pero que nace, como las grandes elegías, de la añoranza de una realidad que necesita la motivación de los héroes y sus hazañas. Los seres humanos necesitan soñar con mundos inexplorados que obras como Assur o Ronin describen con un material histórico que es el pre-texto para indagar en los misterios de las conquistas y los sentimientos que las mueven. A continuación, presentamos la entrevista que el autor de Ronin ha realizado recientemente para este medio.

Pregunta: ¿Cuál ha sido la motivación de esta nueva novela? ¿Por qué has sentido la necesidad de reconciliar mundos culturalmente tan opuestos en Ronin?

Respuesta: Tras conocer el asombroso viaje de la embajada Keichō, empecé a investigar por mero interés personal, pero al descubrir cómo en un mismo momento confluían las guerras de Flandes, la rampante corrupción de la Corte de Felipe III, la importancia del mercado de especias, la reestructuración del Japón feudal, el asedio de Fushimi… Tenía elementos magníficos para contar una historia y solo necesitaba unirlos en una trama que creara interés para el lector. Sin embargo, debo aclarar que no ha tenido que ver con un deseo por conciliar mundos opuestos; en mi camino creativo el entretenimiento del lector es siempre el primer objetivo, procuro, adrede, evitar planteamientos más elevados como principio narrativo. Creo que esa es labor para gentes de mayor enjundia intelectual y yo no me siento preparado para tan altas cotas. Me limito a idear una historia atractiva, basada en pinceladas de Historia poco conocida, con elementos originales y trabajo con el mayor rigor que puedo en términos históricos, pero también en cualquier aspecto de la novela, pero siempre teniendo un objetivo muy claro, el entretenimiento del lector.

P.:¿Qué virtudes destacarías en los samuráis? ¿Crees que el personaje de Ronin obedece en su realidad histórica a esa moral que describe la novela?

R.:Destacaría de esos caballeros feudales del Japón medieval su inquebrantable capacidad de compromiso y sacrificio. Y espero que sea así, que realmente sea un espejo de la Historia, porque yo he trabajado muy duro para que la novela fuera rigurosa en todos los aspectos posibles, incluyendo el escenario histórico y su contexto moral. Debía hacerlo así, por respeto a los lectores que conocen esa época y esos lugares. Y sentí el enorme peso de la responsabilidad que asumía al idear un cuento relacionado con un período tan amado y conocido por muchos a la par que tan misterioso para muchos otros.

P.: Para muchos críticos, resulta peliagudo reseñar novelas históricas, de aventuras, cuando comprobamos que el mercado está saturado y que algunos pseudoescritores se dedican a copiar y pegar materiales históricos ingentes para darle más volumen a sus libros por razones de mercado. En tu caso, observo que hay una diferencia destacada. Hay una preocupación por la calidad del lenguaje y no hay sensación de fatiga en la descripción de detalles históricos y costumbristas. ¿Cómo preparas la documentación de la obra? ¿Cuándo deja de ser material histórico para convertirse en material narrativo?

R.:La preparo trabajando incansablemente; leyendo mucho, manteniendo decenas de entrevistas con expertos, pidiendo multitud de favores, analizando con mucho cuidado cada elemento. Es una labor ingente que requiere mucho esfuerzo y una buena cantidad de horas, pero que no tiene otro mérito que la disposición a tener poco tiempo libre.
En cuanto a la segunda pregunta, la respuesta es simple pero encierra una enorme complejidad; lo cierto es que lo que debe hacerse es escuchar a la trama, prestar atención al argumento. Creo que en una novela hay que ser concienzudo con el propósito narrativo; la documentación sirve para adornar el relato de modo coherente, pero nunca puede anteponerse al deseo de entretener.

P.: De nuevo aparecen en Ronin el mar, el naufragio, los paisajes.. ¿Qué importancia tiene para ti la recreación de los espacios en novelas como las que escribes?

R.: Se trata de una técnica narrativa que, espero, cuadre con el tipo de historia que deseo contar. Si se tratase de una novela negra no acudiría a ese tipo de escenografía. Pero en el caso de Assur o Rōnin creo que es adecuado volcarse en una narrativa que resulte muy visual. Claro está se trata únicamente de mi opinión, no de una verdad irrefutable. Sin embargo, yo opino que en este tipo de historias plagadas de aventuras en lugares exóticos es importante que la lectura resulte lo más visual posible para el lector.

P.: En muchas de tus intervenciones declaras que eres un contador de historias. Ronin es una novela de aventuras. ¿Por qué crees que necesitamos leer aventuras? ¿Crees que es un rasgo inherente al propio origen de la literatura?

R.:Supongo que necesitamos leer aventuras porque sea cual sea nuestra generación o nuestro origen nos atrae aquello que no conocemos y nos agrada tomar contacto con ello desde la seguridad del papel y la tinta, sin necesidad de verse envuelto en la humareda de la pólvora negra o junto a los cascos de los caballos. Sin embargo no estoy tan seguro de que sea inherente al origen de la literatura, pero esa es una disquisición para pensadores más elevados que yo mismo. Yo sólo soy un cuentacuentos, no un estudioso de la literatura.

P.: Muchos autores declaran que el hecho de terminar una obra es una derrota porque pierdes la emoción y el estímulo de esa aventura que estaba en proceso, de una aventura concreta e irrepetible. ¿Tienes esa sensación cuando terminas trabajos tan densos y complejos como es el caso de Ronin?

R.:Pues la verdad es que no, en mi caso no es así, más bien al contrario. Me siento dichoso porque he concluido un proyecto que me ha llevado un trabajo arduo. Para mí el objetivo al comenzar es llegar a un buen fin, de modo que escribir las últimas líneas supone una alegría. De todos modos, mecanografiar la palabra FIN nunca es el final, luego vienen las sesiones de lectura y relectura, las revisiones, los ajustes, la búsqueda de erratas, el proceso editorial con sus galeradas, maquetación, portada, etc. Es como si la novela se fuese apagando poco a poco para renacer como libro físico y, a partir de ahí, como cuando un hijo se va de casa, el escritor pierde su dominio sobre ella, pues la historia pasa a la potestad de sus verdaderos dueños, los lectores.
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El escritor oriolano Manuel García, incluido en una importante antología de poetas por Bartleby Editores


El escritor oriolano Manuel García Pérez ha sido incluido en la antología “En legítima defensa”, de Bartleby Editores, al lado de una nómina de poetas consagrados como Caballero Bonald, Juan Carlos Mestre o Antonio Gamoneda.

Fuente: MinutoCero

La iniciativa de este poemario es reproducir, desde la poesía, una actitud de reflexión y de denuncia sobre los tiempos que vivimos. La participación de nuestro autor se debe al eco que su poemario Luz de los escombros ha tenido en muchos ámbitos artísticos y redes sociales. Autores como Miguel Veyrat o Justo Sotelo han destacado la novedosa voz de los versos.

“Los poetas reunidos quieren que su libro sea entendido como un acto de acusación y de protesta ante la creación de este sufrimiento, ante la “administración” de una vida más privada que nunca de bienes subsistenciales”. Estas palabras, procedentes del prólogo del poeta y premio Cervantes Antonio Gamoneda, sitúan el objetivo esencial del libro En legítima defensa.

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‘De los álamos el viento’, por Ramón García Mateos

Ilustraciones de Fernando Vicente


Mi reseña en De Lectura Obligada sobre De los álamos el viento, de Ramón García Mateos.

          


   Publicado en en Kalandraka, De los álamos el viento, de Ramón García Mateos comprende la recuperación de canciones populares con una intensidad lírica que reconcilia al lector con espacios simbólicos de una infancia tantas veces evocada.

   La literatura oral de estos versos refleja ese sentimiento ancestral por añorar lo que ya no se tiene. Una infancia matizada por la ensoñación de los objetos y los espacios reside en la memoria del autor que compone, sosteniendo en la repetición y en la rima, esa melódica intención.

   En estos versos, la infancia es un tiempo idealizado que contrasta con las inclemencias del devenir: “Con la luna luna/ que te quiere ver/ vienen las estrellas/ y el sueño también” (pág. 24). La precisión de algunos enseres para denotar lo entrañable y la inocencia es una constante expresiva en las diferentes nanas y canciones: caballos, cunas, romero, rueda, caramelos. La sencillez expresiva que facilita la memoria de esa primigenia luz que asoma en los ojos del niño destaca también en los dibujos de Fernando Vicente; difuminados, esenciales, ingenuos. Así que los versos se caracterizan por esa fascinación que ejerce aún la copla, el sueño, las fuentes, las caricias, como si, en esa voz poética existiese una decepción ante la realidad de un mundo que ahora nos compromete y nos obliga a conocer solamente desde la certeza.

   La incertidumbre, el encandilamiento, la alucinación, sin embargo, transcurren por este poemario buscando la coincidencia con los espacios perdidos que el lector recobra en la escritura de la propia imaginación. La canción es un estímulo, una proyección de un momento que nunca existió en el pasado, un eco que aceptamos como un recuerdo pleno y consistente como si todas las infancias fuesen la misma sobre la que escribe García Mateos: “Duerme mi niño/lucero de estrella/pequeño amante/ de luz y tierra./ Con tierra y fuego/ amante mío/ se hacen mis versos/ de amor y olvido” (pág. 31).
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Gregorio Muelas analiza el poemario Luz de los escombros

El filólogo Gregorio Muelas analiza para Mundiario mi poemario Luz de los escombros.

Fuente: Mundiario
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lunes, 24 de marzo de 2014

GORILLAZ II

  Cuida mi cabellera. Alimenta mis pulgas. Que se jodan las lluvias. Hay un largo camino hasta Belcebú, pero lo importante es el camino y Thelma, y Louise. Me encanta esta pared para que me disparen. La ciencia de la risa ha llegado a los gimnasios y a las universidades. No hay elegancia en los uniformes de algunos conserjes. Los manicomios son una guarida demasido aséptica y Blur.

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GORILLAZ I

  He estrechado la mano del monstruo. Me pudres. Los chacales se acercan hasta la carretera. Temo que los caballos viejos muden de dentadura. La música emprende su vuelo hasta la frente de los simios. No hay otro perro que alcance este maldito coche. Pienso en una sombra y en el lugar que ocupan nuestros ojos. Magnífico y Blur.

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sábado, 22 de marzo de 2014

El reposo

   No hay reposo. Que esta vida se va y así no es vida, es nada, una nada para la que soñamos, por decirlo de alguna manera. No escucho lo que sucede, pero si observo la lumbre, su huella mañana. Hay decadencia en ese escenario que nos rodea: el agua, los árboles y ese rostro mudo en la pared, que nos acecha con ojos que no ven. 

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Perro cerca de las aguas

 Duermes con ese perro cerca de las aguas. Alguna vez te hablaron de los espantapájaros y de la destrucción de Padua. Enérgica voz que ha concluido después del viaducto. Has estrechado las manos del otro hombre que no camina. El perro no se llama Argos. Una imagen es un mundo por completar. Has deducido que no queda otro camino que el sueño y el hambre.

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Algún animal

 He decidido asomarme al pozo. Las aguas se han convertido en sangre. Las espigas se han secado y la confusión de sonidos me recuerda, sin embargo, al silencio. No puedo gritar en la amplitud. Los seres han arribado a la pendiente. Por la carretera, algún coche, un animal que cojea. 

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viernes, 21 de marzo de 2014

Apártame

 Apártame del incendio; profundiza en esa huella que dejaste, vida anterior, otro hombre que se afana en sangrar sobre otro hombre. Has cruzado la línea y no van a dejar de apuntarte. Observas, pero solamente escuchas a los perros, la confluencia de las aguas hasta la ensenada.

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martes, 18 de marzo de 2014

Refracciones

  La vida es lo que queda y no queda perro alguno por el camino. Incipiente fuego en el páramo. Los hombres pliegan su rostro frente a los pozos. Eres hijo de una alucinación mayor. No quieras que cambie a propósito de ese reflejo. Nada nos eleva. Nada nos pertenece. Abandonamos el mundo y abandonamos todo. La extinción es una salvación para el que ha vivido en las márgenes.

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domingo, 16 de marzo de 2014

Tavener y mi vida

  John Tavener me reconcilia con la vida misma, como si la vida fuese un concepto que pudiera considerar en abstracto. Las imágenes de mi infancia, de mis hijos, regresan a mí cuando escucho esa reinterpretación de la música sacra. Parece que este mundo en el que vivo no perteneciese a esa música que es como otra vida, como otra inmediatez.

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jueves, 13 de marzo de 2014

El poeta Leopoldo María Panero

fue una escuela y un lastre para muchos poetas


Mi artículo en Mundiario sobre el poeta Leopoldo María Panero.


   Leopoldo María Panero ha muerto. Me preocupa la extensa nómina de creadores y artistas que han escrito sobre su malditismo, algunos de ellos, de forma esplendente. Pero Panero, como cualquier otro poeta, debe ser excluido de las hagiografías. La poesía es miserable, siempre es miserable. Yo no quería que Panero ocupara espacios en radio y televisión una vez muerto, ni quería dedicarle estas palabras. Pero hay un ansia congénita por celebrar lo raro, lo auténtico y la exclusión, porque vivimos en un mundo donde se nos ha enseñado a ser esclavos sin saberlo.

   Desde mis dieciocho años, celebré la poesía de Panero. Sus metáforas marcaron escuela, pero ha sido una escuela vergonzante, fugitiva, sin discípulos. Nadie quiso imitarlo una vez superada la fascinación. Eso lo hizo más auténtico. Recuerdo leerlo en mi cuarto a la luz de una lamparilla. Mi abuela dormía en la otra cama. Estaba a punto de amanecer.

   No quería a Panero en los medios como si fuera el Hombre Elefante. Su poesía es destructiva, no hay hermosura, salvo la que procuran algunos de sus símbolos bajo el duelo y la anestesia. Hubo un momento en que tuve que abandonar a Panero; me resultaba repetitivo y lleno de vicios, aunque era innegable que había un bagaje de lecturas y de influencias que a muchos de nosotros nos hizo reflexionar sobre la tendencia del lenguaje poético como un lenguaje de sobrecogimiento, de desolación y de conmmoción. Pero era tan destructivo que tuve miedo a acostumbrarme a ese lenguaje y a interpretarlo como una pose, una impostura y, por último, como una frivolidad.

   Por eso dejé las lecturas de Panero y los medios se han ocupado del poeta que muchos no queríamos, el de la frivolidad, el de la genialidad, el de las rarezas y las adicciones. Y no hay genialidad en estar enfermo, en luchar contra la madre. No, no hay genialidad en estar ingresado en un psiquiátrico de por vida.

 La genialidad arraiga en su escritura, primordial para los que comienzan a escribir y envenenada para aquellos que buscan la personalidad de una voz con la que evolucionar. Sin lastres.
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Filosofía de las Ciencias Sociales

Antropología Social y Cultural


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Los Lunes Literarios

Presentación de mi poemario 'Luz de los escombros', en los 'Lunes Literarios' de la Cafetería Zalacaín, en Murcia, acompañado por la escritora Lola López Mondéjar y por la coordinadora del Aula de Poesía de la Universidad de Murcia, Isabelle G. Molina.

Gracias por hacer que el Zalacaín se llenara. No lo olvidaré jamás.

Fuente: Los Lunes Literarios
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miércoles, 12 de marzo de 2014

Tambores solamente

 Eran horas de perder el tiempo. El autobús nos dejaba a las afueras. La gente corriente no nos miraba. Te probaste la peluca frente al escaparate de los juguetes rotos. Las bicicletas se quedaron en la parada gris. Los monstruos volvieron la cabeza y ya no quisiste despertar. Hoy no te tengo entre mis brazos, pero suenan las mismas canciones y, en la oscuridad, vibran los tambores.

Foto de Pati Gagarin
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Elephant, de Gus Van Sant


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Bacon X

  Existimos pese a la realidad. No volverás a subir a los hombros de tu padre. Las experiencias no provienen, fluyen. Somos lo que dura la fiebre. Adivina en qué mano escondo la piedra. Si la lanzo al agua, el resto de los recuerdos concluirá.

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lunes, 10 de marzo de 2014

GRACIAS, ZALACAÍN

Gracias a Inmaculada Perán Rex, a Lola Lopéz Mondéjar, a Raquel y a Almudena por hacer posible la presentación de mi poemario Luz de los escombros esta noche. Gracias a los que me estáis apoyando y a los que os espero en Café Zalacaín Murcia. Nos vemos esta noche, a las 21.30. Un abrazo.

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jueves, 6 de marzo de 2014

El cine y la literatura

Dossier informativo para el alumno: La noche del cazador


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miércoles, 5 de marzo de 2014

No logro vivir

  Últimamente siento que la literatura es un distanciamiento, una forma de ocultar la desgarradora profundidad de nuestro sinsentido. Cuando muera, qué será de esta realidad que fluye y donde me refugio, no desde la sinceridad, ni desde el agotamiento. La escritura es una traición; me avergüenzo de sentir y busco en el signo lo que aparentemente no logro vivir.

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martes, 4 de marzo de 2014

Marea oculta, de Gustavo Martín Garzo

El pre-texto del recuerdo: la exhumación de quién soy



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lunes, 3 de marzo de 2014

Un mundo implacable, Sidney Lumet


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Lola López Mondéjar y La pequeña burguesía

Mi reseña en MinutoCero sobre la nueva novela de Lola López Mondéjar.  


   En La pequeña burguesía, la autora murciana describe su particular mundo de complejidades psicológicas a través de la concisión e intensidad que le proporciona el género del cuento. La modernidad de López Mondéjar es que renuncia a la frivolidad, al escapismo y a lo histórico para acercarse a una narrativa en puridad, sin cortapisas ni infantilismo, pues, en estos cuentos subyace una preocupación por el lenguaje con el que se escribe y aquel otro que debería solucionar los conflictos, aclarar los conceptos, expresar lo que nos angustia y que, sin embargo, resulta inútil a los personajes que se resignan a vivir.

   Las miradas incisivas, la forma de vestir, la enfermedad y la frustración del deseo son motivos temáticos que definen esa poética, sin ampulosidad, sin manierismo, condensada en el uso del sustantivo, de la frase precisa, con diálogos esclarecedores y descripciones de las costumbres que dicen todo, sin necesidad de elaborar manidos desenlaces, acerca de una burguesía que prefiere el hedonismo a la acción y al compromiso. Lo que se percibe en los últimos textos de López Mondéjar es esa alusión al detalle, al objeto y a la sutileza de una expresión para definir todo lo que quiere que exista en el discurso como referente de la vida de sus personajes.

  El hombre pez, Cercanías o Con alas nos describen comportamientos que necesitan de la ensoñación para sobrevivir en la realidad; una virtud de los cuentos de Julio Cortázar que la autora explora con delicadeza para que el lector confunda lo fingido con el mundo real. Pero es quizá ese aire decadente, influido por el cine de Fellini y de Visconti, el que alumbra en Amantes o Dinastía 2006. El insípido costumbrismo de la burguesía, su apocamiento a la hora de afrontar los verdaderos problemas sentimentales y su resignación ante la frustración del amor, idealizado por las convenciones, determinan la decadencia de unas conductas que perseveran en las apariencias y aceptan que la felicidad es ilusoria.

   En la trama de las relaciones, persiste el valor de una intertextualidad que profundiza en el cine italiano y en la pintura de Hooper por la sencillez de las estampas y su simbolismo. La intertextualidad, la intensidad de cada párrafo y el dilema de las situaciones a las que se enfrentan los personajes son algunos aspectos narrativos que siguen cautivándome de la prosa de López Mondéjar. La reflexividad sobre estos tiempos convulsos tampoco puede pasar desapercibida a su mirada perpleja y cavilosa, pues estos breves cuentos son maneras de poner en crisis lo socialmente aceptado. Porque el deseo parece no sobrevivir a la severa realidad, a su fariseísmo.
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John Berger

Mi artículo en Milinviernos sobre la literatura de John Berger.

John Berger

   La literatura de John Berger es una literatura basada en la fragmentación. Consciente de las limitaciones formales que el género de la novela presenta después del siglo diecinueve y con las últimas novelas de Mann o de Faulkner, Berger parece convencido de que la narrativa solamente puede explorar lo inefable desde los márgenes. La anécdota y la vivencia personal le ayudan a construir un mundo de impresiones que trascienden el argumento, la linealidad de la historia, la competencia entre personajes.

   Porque, en Un hombre afortunado o en Aquí nos vemos, lo que leemos es ese lenguaje inspirado en el eclecticismo, en la intensidad de la frase, en su concisión y en su brevedad como maneras de decir sobre el mundo, superando las rigideces del género al que acostumbran aún la mayor parte de las novelas por las que apuestan las editoriales. Esa necesidad de la fragmentación, de usurpar de la realidad aquellos retazos significativos que pueden comunicarnos sentimientos solamente expresables desde el lirismo y el detalle imprevisto, conducen a Berger a encuentros con paisajes de desconcierto, a terrenos inhóspitos y alejados de la civilización, a epístolas donde subyace una obsesiva preocupación por la muerte y por el encuentro con los desaparecidos.

   Sus reflexiones sobre la pintura y sobre el arte están alimentadas por esa capacidad de síntesis con el fin de extraer del mundo la sustancia, lo elemental, porque el simbolismo del paisaje y la ausencia de los antepasados añaden a su literatura esa lucha tribal por invocar lo misterioso, como si el escritor fuese un chamán con el que exorcizar nuestras inquietudes, nuestra negación a morir en cualquier momento. La relación estrecha entre su escritura y la pintura -como forma de comprender las texturas de los objetos y los matices de la luz- incide en esa capacidad para afrontar la literatura como un espacio de intertextualidad, de connotaciones continuas, donde las palabras surgen para un mundo reconocible y regresan a las páginas con otro sentido, hipnótico y embaucador.
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domingo, 2 de marzo de 2014

La fotografía de William Eggleston

Revela el poder sobrenatural de lo cotidiano


Mi artículo en Mundiario sobre la fotografía de William Eggleston

Una obra del fotógrafo William Eggleston

   Es la aparente espontaneidad de su composición lo que caracteriza su arte. Todo parece que ha acontecido sin previo aviso. Lo cotidiano en la fotografía de William Eggleston es lo universal, un horizonte mínimo, esa franja de neblina que oculta al Todo y su devastación. Los objetos, los detalles, las casualidades inciden en un mundo vibrátil, azaroso, con una armonía que no ha sido impuesta ni adecentada. Permanecen las cosas y nada ha sido extraviado o perjudicado por la presencia del hombre.

   Son los rastros de lo humano, los materiales desechados, los metales, la intensidad de los colores artificiales sobre las texturas de la materia lo que en Eggleston sobrevive. Nada queda fuera de sus composiciones, pero tampoco está todo descifrado. Cada fotografía es un estímulo de algo que siempre se nos escapa, pero ese estímulo nos aproxima cada vez más a la eclosión de colores y aromas que nos rodea.

  Su intención no es otra que buscar retazos de una continuidad inabarcable y esos retazos describen pormenores, alusiones fugaces de un mundo complejo y lleno de espejismos. Los coches, las lámparas, los peinados, chicos que cruzan la calle, utensilios abandonados, por ejemplo, nos transmiten una profunda sensación de incertidumbre y de soledad. Sus fotografías demuestran la versatilidad del Universo para transformarse en lo concreto, en lo individual, dentro de un fluir del tiempo que ni comprendemos, ni recordamos.
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Cárceles imaginarias, de Luis Leante

Cuando querer es recordar


  En Cárceles imaginarias, de Luis Leante (Madrid, Alfaguara, 2012), es evidente una mayor madurez técnica y expresiva a diferencia de sus anteriores obras como Luna roja o Mira si yo te querré, si bien permite al lector seguir con fruición la complejidad narrativa de una novela inspirada en la obsesión del viaje como proceso de revelación de la identidad. 

  El manejo compensado de los tiempos y las voces narrativas -desde diversas épocas y edades- es otro de los tópicos recurrentes que en Cárceles imaginarias añade, sin embargo, una depuración formal a la descripción de ambientes y de acciones con el fin de dotar, a la estructura, de un mayor dinamismo y de una secuenciación eminentemente cinematográfica; de hecho, el significado de las historias secundarias confluye sin digresiones en una trama histórica basada en la biografía ficcionada de uno de los actores principales de la narración, Ezequiel Deulofeu. 

  A partir del recurso cautivador del manuscrito encontrado, Leante propone una novela de aventuras que, con el paso de las páginas, va desembocando en una novela psicológica, de introspección, donde la carnadura de los personajes, más allá de su lucha por la supervivencia en un mundo adverso y en declive, refleja la asunción de una condena: el devenir parece superar las decisiones políticas y morales de cada uno de nosotros. 

  En nuestro presente, el bedel Matías Ferré se ve abocado accidentalmente a indagar sobre los documentos que su mujer Victoria, antes de su muerte, ha ido recopilando para publicar un estudio histórico sobre los anarquistas catalanes que se habían exiliado a Filipinas a finales del siglo XIX. Con todo, es ese escenario finisecular de represión e incertidumbres políticas el que nos instruye sobre unos personajes convulsos, instigadores, inconformistas ante un régimen oligárquico, que evolucionan al compás de las averiguaciones del propio Matías Ferré en la actualidad. Los documentos históricos sobre los que trabajó su mujer, Victoria, son el hilo de Ariadna para explicar el sentido de todas las existencias (si es que existe un solo sentido), las del pasado que han de fundirse finalmente con las del presente. 

   La novela describe, por un lado, un relato costumbrista, ambientado en un lúcido exotismo insular, en ocasiones, no menos expresionista, de la vida del anarquista Deulofeu exiliado a Filipinas, y, por otro, un relato detectivesco como marco, inspirado en las pesquisas de Ferré, cuyas claves de lectura definitivas reconciliarán su vida hastiada con la muerte de su mujer y con el estigma de un pasado que teme esclarecer según avanzamos en la lectura.

   Desde su estética formal, Leante añade unas descripciones someras para dedicar su empeño a la acción de las múltiples historias personales que rodean al profético Ezequiel, errante entre gentes envilecidas y afectado por amores imperecederos, y a un depresivo Matías Ferré, arrumbado en su rutina, cercado por recuerdos imborrables y que busca la serenidad consigo mismo al descifrar las injusticias de un pasado al que le deberá la plenitud, el sentido o los sentidos de su propia existencia a partir de ahora.
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Resumen de Rostros de Tiza

   Elena se siente culpable de la muerte de su hermano Adrián en un accidente de moto. Ni siquiera Carlos, uno de sus mejores amigos, parece aliviar su sufrimiento en un mundo rodeado de amistades poco sinceras, donde las discotecas, las fiestas en la playa y la violencia no pueden esconder la soledad y la frustración vital de toda una generación de adolescentes. 

   Carlos, sin embargo, descubrirá en la tristeza y en la soledad de Elena un amor verdadero con el paso de los años.

Fotografía de Jose Galvez
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sábado, 1 de marzo de 2014

No entiendo la literatura sin el dolor

  No entiendo la literatura sin el dolor, sin la frustración. No creo que sea la literatura una experiencia en sí misma. La experiencia es el sentimiento, la emoción. La literatura es una forma de convenir la identidad de esas percepciones. El sufrimiento es común entre los hombres y es violento. La literatura es la purgación, la trampa, la excusa para la aceptación de dicho sufrimiento. La forma menos dolorosa de resignarnos a ver con claridad lo que sucede.

El escandaloso silencio de las buenas personas” de  Javier Tresaco
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Conversando con John Berger

  Conversando con John Berger, el mar se ha hundido en la oscuridad. Los matices eran ya insignificantes. Hemos sorbido de la misma taza. Nadie ha tocado a la puerta. Me ha enseñado algunas fotos. Eran hombres grises sobre un paisaje limpio. Los vegetales en los platos parecían un nutrido bodegón. Berger no sabe qué descifrar más de este universo. Las luces exploran el mundo de los vidrios y las maderas. He respondido que la cayena no amarga nunca el pollo con curry. Las telas han rozado el suelo y una mujer se ha agitado al fondo del pasillo.

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Noche de las aguas

 No has encontrado el objeto que ella rozó. Se han desprendido las rocas. Los tiempos se agotan. La noche es inaccesible porque los aguaceros retornaron de los concluidos páramos. El objeto que ella rozó permanece en el fondo. Aspiras la luz de los contornos; han muerto los perros atados y, como no sabes qué hacer en esta hora, decides incendiar los lienzos.

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Jirones de niebla

   No escuches el viento ni admires el humo gris que fluye hacia los sotos. Se han sumergido las aves y, entre los juncos, no queda rastro del niño que fuiste. Lo has perseguido y la zozobra no te ha dejado ver su sombra más allá del camino. El día acaba y los hombres avanzan hacia los médanos. El río es un desenlace de tu fracaso. Jirones de niebla demantelan tu lúcida visión.

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