domingo, 9 de febrero de 2014

Hotel Patagonia

  Me ha gustado que te marcharas dejándome el juego de alfileres. Me has pintado las uñas antes de amordazarme. Luego mataste al cormorán y me lo echaste sobre la mesa. Los pomelos estaban podridos y la noche nos atrajo hasta ese hotel que estaba por hundirse, Hotel Patagonia. Los moldes de muñecas de cera reinaban en toda la habitación y el aceite hirviendo derretía el plástico de los blisters. Monedas de oro viejo en el interior de cada estuche por las que te desvivías. No hay drama en tu sonrisa, solamente la sombra del pulpo que acuchillamos juntos.

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