martes, 26 de noviembre de 2013

La noche también es blanca, de M. Baldrich

Escribir.

Escribir para contarlo.

Escribir para que se conozca
”.

   La Editorial Miret arriesga con una obra que se mueve entre el melodrama, la autobiografía y el ensayo de divulgación, con aspectos formales significativos que podríamos destacar dentro un mercado literario saturado por el historicismo y la ficción de mundos alternativos.

    "La noche también es blanca" parece cumplir los requisitos de un relato autobiográfico con tintes neorrománticos subrayados, donde el mundo de la adolescencia queda bien reflejado al principio de la obra con el enamoramiento de los dos protagonistas: Maite y Nico. La ruptura de la pareja motivada por la presión familiar de la joven supone un silencio de varios años en la vida de ambos.

    Sin embargo, se produce el reencuentro cuando Maite revisa los intensos sentimientos que escribió en su diario de la adolescencia y una llamada telefónica la arrastra al complejo mundo que ahora Nico representa; una esquizofrenia aguda ha derrotado al héroe que simbolizaba aquel novio de su juventud. A partir de ese encuentro, Maite, con una vida ordenada y estable, con marido e hijos, se involucra en una ardua tarea; quiere recuperar a aquel Nico del que estuvo siempre enamorada y, al mismo tiempo, no puede evitar que aquellos sentimientos que parecían relegados al olvido retornen con más fuerza, poniendo en crisis, todo el rigor de creencias y convicciones en los que ella se ha instalado.

    La prosa de Montse Baldrich peca de sentimentalismo que quizá está justificado cuando sabemos que la historia es verdadera y, por tanto, esperanzadora, pero sobre todo traumática. La intencionalidad de Baldrich no es construir una obra literaria eficaz desde el punto de vista técnico, sino ayudar, desde la confesión de sus propios sentimientos, a aquellas parejas y familiares que se encuentran en la difícil situación de convivir con enfermos de esquizofrenia y que sienten en ocasiones la impotencia, como la protagonista de la historia, de no poder contribuir a una mejora significativa de estos enfermos.

    Al margen de la efusividad y de un uso excesivo del patetismo en algunos pasajes, la historia tiene fuerza, carnadura y emotividad para explicar que la recuperación, la normalización y la socialización de una enfermedad como la esquizofrenia son posibles. En este caso, la autora refiere el amor como fuerza que cambia el mundo.

   Sin embargo, pese a esta reafirmación del tópico a lo largo del relato, al lector no le pasa desapercibido que son el esfuerzo por desdramatizar los síntomas de la patología, la compañía, las terapias médicas adecuadas, la conversación continua, por ejemplo, algunas de las estrategias que logran que Nico empiece de nuevo a vivir.


La noche también es blanca, de Montse Baldrich.
Barcelona, Editorial Miret, 2011. 
Fuente: Muñoz Grau

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