martes, 26 de noviembre de 2013

Hijos y viudas

El silencio de la discapacidad que pasa a nuestro lado


    No sabría cómo explicarlo y las metáforas, en este caso, son insuficientes. No sabría explicar cómo administran su vida esas madres, viudas en muchos casos, que pasean con sus hijos adolescentes con discapacidad (algunos con dolencias muy graves).

    Veo viveza en la mirada de esas madres y también veo el cansancio en las comisuras que rodean sus ojos. Y no sabría más que decir, pero necesitaba escribirlo y resolver esa angustiosa sensación que me produce saber que la adversidad, el azar de los acontecimientos y la prosperidad de los suyos deben ser durísimas y, sin embargo, cogen de la mano a sus hijos y, a trompicones, caminan entre nosotros.

    Yo las distingo enseguida por su escasez de gestos, por su silencio al pasar, por un ritual preciso de satisfacción y de renuncia a todo en la forma de fruncir sus labios. Y sus vidas son distintas a la mía, con una mayor intensidad, basada en la incertidumbre, pensando en la orfandad de sus hijos cuando ellas ya no existan, pero es esa intensa manera de responder a los acontecimientos, a la indefensión de quienes las abrazan con un amor desgraciado, las que me ayudan a vivir la belleza de lo mínimo, de cada minuto.

    Son las heroínas de nuestro tiempo. Y otros, mientras tanto, aquellos que prometieron las ayudas y los que ahora aplican las reformas siguen jodiendo su dura e increíble existencia.

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